Un servidor de ustedes escribió en su día que Mariano Rajoy iba a ganar de todos modos con la apuesta de Esperanza Aguirre para la candidatura del PP a la Alcaldía de Madrid ¿Por qué? Porque si ganaba el gobierno municipal de la capital de España conservaría un baluarte político clave en la lucha por la Moncloa. Y si perdía, se quitaría un dolor de cabeza. El que le causaba, la causa y le va a seguir causando el personaje y sus indisimuladas aspiraciones a quitarle el sitio.
Es evidente que estaba en un error. Debo rectificar a la vista de los hechos vividos en estos últimos días, que han desembocado en el desahucio de Ignacio González como aspirante a repetir como presidente de la Comunidad, y la designación de Aguirre para intentarlo con el Ayuntamiento.
La trastienda de lo ocurrido el viernes 6 de marzo, en relación con las condiciones de Génova para la fumata blanca, las ha contado la propia lideresa con pelos y señales. Incluida la congelación del Comité Electoral Nacional. A la espera de la respuesta de Aguirre («Me lo estoy pensando», le dijo a Cospedal, aunque lo tenía perfectamente pensado).
Ahora ya está claro que si gana la Alcaldía, no se presentará al congreso regional para repetir como presidenta del PP madrileño pero vetará a cualquier candidato no respaldado por ella. Y si no gana, siempre podrá utilizar la poderosa organización madrileña (100.000 afiliados), que controla con mano de hierro, para romper con Rajoy y desplazarle en Génova y en Moncloa.
En otras palabras, que la que juega y gana de todos modos es Esperanza Aguirre, aquella que se nos presentó como un juguete roto en septiembre de 2012 (el cáncer, la dimisión al frente de la Comunidad, los nietos, el tratamiento, el paso a la segunda fila de la política) y ahora se reinventa agitando el tablero en vísperas electorales con propuestas simples de impacto inmediato en la opinión pública.
Como sabe hacerse la encontradiza con los medios -es un mérito que la distingue-, su catecismo ya es de amplia circulación. El ideológico: libertad, vida, propiedad y ley. El programático: bajará de impuestos, no pisará el suntuoso despacho habilitado por el ex alcalde Ruiz Gallardón, pactaría con Podemos una planta masiva de árboles y se une a los antiabortistas, junto a los que marchó este fin de semana al grito de «Yo rompo con Rajoy». Esa pancarta la retrata en su afán de diferenciarse respecto al presidente del Gobierno y a la candidata a la Comunidad, Cristina Cifuentes, que es la predilecta de Moncloa. El dato es relevante, en función del estilo marianista que se espera de ella durante la campaña. Responde al viejo proverbio castellano de que dos no se pelean si una no quiere.
La actual delegada del Gobierno no tiene la menor intención de entrar en polémicas estériles. Lo único que conseguirían es perjudicar la causa electoral del PP, aunque beneficiasen la causa personal de Aguirre, que anda sobrada de ambición.
Antonio Casado