Al despertar, los novecientos mil parados seguían allí. Sin empleo a la vista. Al despertar, las investigaciones judiciales sobre el destino de los fondos dedicados a la formación y el empleo, seguían abiertas. Al despertar, seguía sin conocerse el paradero de los recursos destinados a impedir el hundimiento de las empresas andaluzas en trance de cierre. Al despertar, pese a las proclamas de regeneración aireadas por los unos y pese a las prédicas de honradez de los otros, Andalucía seguía siendo -a distancia- la región con más parados de toda España. Con el récord de desempleados pese a ser la que por censo demográfico más recursos recibe del Estado y siendo, junto a Cataluña, la primera en imperativo fiscal. En este contexto, la pregunta que cabe formular es la siguiente: ¿Sirve de algo participar en política votando a unos u a otros cuando resulta que, gane quien gane, todo está llamado a ser igual?
A este respecto, la opción de los andaluces es compleja. O bajar la cabeza y aceptar lo que hay o rebelarse y votar buscando opciones hasta ahora situadas en el extrarradio parlamentario. Hablo de Ciudadanos o de Podemos ¿Podemos? ¿Un movimiento articulado alrededor del culto a la personalidad (Pablo Iglesias) de un líder forjado en los platós de televisión y deudo político del régimen chavista de Venezuela? ¿Ciudadanos? ¿Un partido nacido de la urgencia de cortar el paso al independentismo catalán? Sobre el primero y su desconexión con los problemas reales de Andalucía baste decir que es total. Su participación en el proceso electoral es puramente táctico, instrumental. Quien tenga alguna reserva al respecto que busque en la Red las proclamas surrealistas de su candidata a la Presidencia de la Junta -entre ellas la de someter a referéndum las procesiones de Semana Santa-. Sobre Ciudadanos y -dicho sea a su favor- convendría reflexionar acerca de las estultas descalificaciones del delegado del Gobierno (Antonio Sanz) que llegando más lejos que el más carlistón de los nacionalistas llegó a decir que «Yo no quiero y no me gusta que a Andalucía se la mande (sic) desde Cataluña, ni que su futuro lo decida un político que se llame Albert». Al despertar, semejante personaje, todavía no había sido destituido. Tengo para mí que le ha hecho la campaña al partido de Albert Rivera. Es una opción.
Fermín Bocos