La reflexión del representante diplomático del Vaticano ante la ONU en Ginebra (arzobispo Silvano Tomasi) concluyendo que, llegado el caso, habría que usar la fuerza contra el Estado Islámico, es una llamada de atención sobre este conflicto. Vistas las atrocidades perpetradas por los yihadistas y la persecución que sufren los cristianos, es una petición a considerar porque las acciones de los milicianos islamistas obedece a un plan genocida, dado que matan a quienes se declaran cristianos o católicos. A simple vista parece una contradicción que una petición de esta naturaleza haya sido formulada por el representante del Vaticano, un Estado que, en lo esencial, más allá de su estructura burocrática, es un ente religioso que promueve la paz, la tolerancia y la reconciliación entre todas los credos.
Bien mirado, no es así. Evocar el Derecho de Injerencia (por razones humanitarias), doctrina avalada en diversas ocasiones por las propias Naciones Unidas, bastaría para deshacer esa aparente contradicción. Según monseñor Tomasi habría que forjar una coalición anti Estado islámico que incluyera a los países musulmanes de Oriente Medio: «con el objeto de hacer todo lo posible para lograr una solución política sin violencia. Sí, no es posible -añade- entonces será necesario usar la fuerza para parar esta especie de genocidio». Son palabras de un hombre alarmado ante la magnitud de un horror que crece y se multiplica ante nuestros ojos. Como él mismo apunta, no debería ser una iniciativa simplemente «occidental». Oportuna matización. Todo lo que está pasando en Oriente Medio tiene un antes. Cuando el jueves 20 de marzo de 2003, el Presidente de los EE.UU, Georges W.Bush, ordenó invadir Iraq, el mundo cambio. Para mal. Muchos de los yihadistas que hoy controlan un amplio territorio repartido entre Iraq y Siria, son antiguos soldados del disuelto Ejército de Sadam Husein. 150.000 personas perdieron la vida en aquella guerra justificada en nombre de unas armas de destrucción masiva que nunca aparecieron; después vino la guerra civil en Siria (otras 200.000 víctimas más). Todo esto ya es sangre derramada, no tiene arreglo, pero conviene recordarlas para evitar repetir errores. ¿Intervención? Que sea el último recurso. De las guerras, sólo se sabe cómo empiezan.
Fermín Bocos