Antes de hablar de pactos, hablemos de despedidas. Este domingo en Andalucía se ha votado quien va a gobernar los próximos cuatro años, pero también se prevén cambios y despedidas. Sobre todo, despedidas.
La primera, a una manera de hacer política desde la soberbia, desde la mayoría absoluta o desde pactos que dan el poder a los que no han ganado y, sobre todo, desde los aparatos burocráticos de los partidos y no desde y para la ciudadanía. Los pactos, el malestar ciudadano y su voluntad de recuperar su lugar de protagonistas van a cambiar la política en Andalucía.
Se despide, previsiblemente, el bipartidismo, y para muchos años, en Andalucía y en toda España. El laboratorio andaluz es también el laboratorio nacional y lo que se ensaye aquí tendrá unas consecuencias claras en las siguientes elecciones autonómicas y locales, pero, sobre todo, en las nacionales.
Los ciudadanos despiden el fraude y la corrupción que han tenido en Andalucía el peor y el más indigno de los escenarios, sobre todo porque se han instalado en la Administración pública y porque nadie, salvo la Justicia, ha querido ponerle freno en más de tres décadas.
Se deben despedir para siempre las políticas de despilfarro y de fracasos repetidos. Andalucía es la región europea que más dinero ha recibido de la Unión Europea. Cincuenta mil millones de euros que, sin embargo, no han servido para nada y se han dilapidado. Los mismo que la redistribución solidaria de los presupuestos del Estado o de las políticas activas de empleo. Andalucía tiene la mayor presión fiscal de España; las mayores tasas de paro de España, que en algunas ciudades llega al 42,5 por ciento; los mayores índices de fracaso y abandono escolar; una deuda de 30.000 millones de euros; una altísima tasa de pobreza; una carencia absoluta de modelo productivo e industrial, al margen del turismo, sin el cual todo sería mucho peor; una burocracia desproporcionada y fácil para la corrupción, una sanidad bajo mínimos… Y eso se ha hecho con un gobierno del mismo partido durante 35 años que ha hecho del clientelismo y de la ineficiencia sus mayores activos.
Pero también tendrá que haber responsabilidades, y despedidas, personales. Si Susana Díaz empeora los resultados del PSOE, si el PP retrocede sustancialmente, si Izquierda Unida se hunde, a pesar de su líder, o si otros no alcanzan los objetivos previstos, debería haber responsabilidades y despedidas personales en Andalucía y en otros lugares…
Tras estas elecciones deberíamos poder decir adiós al sectarismo, a la política hecha a espaldas de los ciudadanos y dar la bienvenida a un programa de compromisos medibles y evaluables no a cuatro años, sino en periodos más cortos. Quien gobierne debe estar obligado a rendir cuentas a los ciudadanos y, si incumple, dejar el poder. Hay que regenerar la confianza de los ciudadanos en las instituciones y sólo hay una forma de hacerlo: un compromiso ético firme y público.
Francisco Muro de Iscar