Se analice como se analice, lo evidente es lo evidente: ganó Susana Díaz, ganó el PSOE en la Comunidad que es el granero de votos de toda España. Algunos han querido decir -no lo tengo claro cuando acabo este comentario- que perdió votos con respecto a las últimas elecciones; en todo caso, más, muchos más, perdió el Partido Popular, y eso que el candidato, 'Juanma' Moreno, en mi modesta opinión, era mucho mejor que su predecesor Javier Arenas, y también hizo una campaña mucho mejor bajo la oscura sombra, eso sí, de Mariano Rajoy.
Porque se pueden sacar muchas conclusiones de unas elecciones (autonómicas, no lo olvidemos) como las andaluzas. Pero, para mí, el principal perdedor se llama Mariano Rajoy: no ha entendido el mensaje de las encuestas. Sus últimas palabras desde Valencia, atacando a Podemos (y a los tertulianos, y a los 'adanes', y a los comentaristas, y a los 'amateurs', y a..), en la jornada de reflexión, fueron una catástrofe, me parece. Lo lamento mucho, porque la deriva no es buena y Rajoy es, hoy por hoy, lo que tenemos.
Y Susana Díaz no es la triunfadora absoluta, desde luego. Entiende a sus paisanos. Y el paisaje y el paisanaje. Pero ha cedido puestos a Podemos, al desencanto, al escepticismo ante tanta corrupción, ante la falta de ideas. Con todo, ha nacido una lideresa. Ahora, Susana Díaz, presidenta segura de la Junta de Andalucía, ha ganado, al fin, unas elecciones y tiene bazas en su mano en el ámbito del PSOE nacional. Y Pedro Sánchez tendrá que tomar nota, aunque el secretario general del partido sigue siendo él, y él será quien se presente, probablemente en solitario (dudo que Carme Chacón se atreva a levantar bandera), a las primarias para encabezar la candidatura en las elecciones generales frente a ¿Mariano Rajoy'
Los fervorosos de Rajoy hacen titulares diciendo que, por supuesto, será él el candidato en noviembre-diciembre. Él quiere, aseguran, seguir en La Moncloa. No creo que sobreviva a muchas encuestas que digan que su popularidad está por debajo de la de Alberto Garzón, el candidato de Izquierda Unida que ha salvado, mal que bien, algunos muebles, y muy por detrás de Albert Rivera, de Ciudadanos (decepción en los resultados andaluces, por cierto: se esperaba más de Ciudadanos, aunque sigue siendo una baza de futuro), de Pablo Iglesias de Podemos, de Alberto Sánchez del PSOE, y hasta de secundarios como la navarra Uxue Barkos o Rosa Díez, de la declinante UPyD. Terrible. No sé a qué espera Mariano Rajoy para cambiar su discurso, su trayecto, su razonamiento: se la está jugando. Y con él nos la jugamos todos, por ejemplo en Cataluña. O en la estabilidad de lo que salga de las elecciones generales de noviembre-diciembre.
Algo tendrá que hacer el PP antes de que sea tarde. Modificar el rumbo. Lanzarse a predicar reformas que recuperen para el partido gobernante la ilusión de la ciudadanía. Tender manos. Hablar. Abrir las puertas de La Moncloa. Quien suscribe no es nadie para dar consejos, si no es por la veteranía del mirón que a tantas noches electorales ha asistido: solamente desde ese título, me atrevo a decir que el partido que gobierna en España no puede seguir así. Es la principal conclusión de los resultados de esta jornada electoral en Andalucía, que ya digo que no es una Comunidad cualquiera: el PP sigue siendo necesario en la vertebración de España. Lo demás, la lucha contra la corrupción, las reformas en la normativa electoral, una nueva consideración de ese fenómeno llamado Podemos, vendrá luego. Lo primero, asegurar a los españoles que se ha entendido el mensaje, inapelable, de las urnas, desde ese Olimpo inalcanzable hasta el momento del poder omnímodo. Hasta el momento, ya digo.
Fernando Jáuregui