martes, noviembre 26, 2024
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Doce meses que cambiaron España

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Hace un año que murió, físicamente, Adolfo Suárez. El hombre que en doce meses, de julio de 1976 a junio de 1977, dio la vuelta al Estado franquista como un calcetín. La muerte del presidente del Gobierno que tanto contribuyó a traer la democracia a España aceleró una revisión profunda del pasado y abrió de golpe la puerta del futuro. En estos doce meses no se puede decir que haya habido cambios políticos tan importantes como los que propiciaron Suárez y, conjuntamente, la oposición, bajo la batuta de Juan Carlos I. Pero sí es cierto que se han producido relevos en caras, en costumbres, en apuestas de futuro, incluso en la estructura bipartidista vigente durante tantos años. Primero fue la abdicación del Rey, y el ascenso al trono de Felipe VI. Luego, la dimisión del secretario general del principal partido de oposición, el PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba. Eso, en el marco de la irrupción de nuevas formaciones en las elecciones europeas de mayo, fundamentalmente Podemos, de Pablo Iglesias, que, desde entonces, lleva acaparando el interés de los comentaristas y de los propios líderes del 'bipartidismo' amenazado. Por la propia Podemos y por el ascenso fulgurante de una formación que, hace un año, era básicamente 'catalana', como Ciudadanos.

Ha desaparecido el líder de Izquierda Unida, Cayo Lara, sustituido, porque así lo ha querido él, por un jovencísimo Alberto Garzón. Hay un revuelo considerable en la izquierda de la izquierda. Rosa Díez vive el canto del cisne. Cándido Méndez, el líder de UGT, ya ha anunciado su próxima retirada, y en la patronal… bueno, nada es como Suárez la conoció, claro está. Los candidatos en las elecciones han experimentado una sustancial renovación. Solamente Mariano Rajoy, a quien Suárez, en su vida consciente, apenas conoció de manera coyuntural, sigue aferrado a los mismos esquemas, al mismo palo mayor en medio de la tormenta. Y ha situado a alguien del pasado al frente de la candidatura al Ayuntamiento de Madrid: el único vestigio del ayer -del antes de ayer–  que mira al futuro.

Si Suárez levantara la cabeza, se encontraría un panorama nacional sustancialmente diferente, aunque ello no se haya traducido en las necesarias reformas constitucionales, legislativas y de costumbres, frenadas por el hombre que encarna el poder que un día Suárez tuvo. También encontraría un panorama internacional inédito, con la irrupción de Syriza en un país estratégico para la Unión Europea, Grecia. Todo ello habla de nuevos esquemas, de necesidades de soluciones inéditas, de lanzarse con coraje, aunque con precauciones, a las olas.

Necesitamos un nuevo Suárez. O alguien que quiera imitar lo que Suárez representó. E hizo.

Fernando Jáuregui

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