Si trágico es cualquier accidente de aviación, más lo es cuando se produce en plena campaña de terrorismo yihadista que desde el primer momento obligó a ponerse en lo peor. Finalmente resulta que ni ha sido accidente ni actuación terrorista, sino que un copiloto al que no se sabe qué mal demonio se le cruzó por la cabeza, decidió estrellar el avión contra una montaña de los Alpes, segando la vida a ciento cincuenta personas y la suya propia. Al espanto que nos invade desde el 11-S, y que para desgracia es espanto que no cesa sino que se incrementa, se suma ahora la inseguridad de que cualquier perturbado pueda desencadenar una catástrofe con resultados irreversibles y dramáticas.
Ciento víctimas mortales han reunido en un minúsculo pueblo de los Alpes a Merkel, Hollande y Rajoy; y ha reunido también a bordo de un Falcon a Rajoy y Artur Mas, que han demostrado que por encima de la crispación y de lo mucho que les separa, ante la desgracia suman esfuerzos y olvidan por unos días que llevan años a cara de perro defendiendo posiciones antagónicas y de imposible negociación. Lo que indica que, a pesar de todo, aún resta algo de grandeza en el mundo de la política e incluso quienes más se detestan encuentran puntos de coincidencia cuando se trata de cuestiones que afectan a lo más profundo, a la sensibilidad y el corazón.
Por Barcelona cunde la especie de que Artur Mas no va a celebrar las anunciadas elecciones de septiembre porque sabe que tiene todas las de perder. El independentismo sufre un bajón considerable y a Mas le preocupa que en el Parlamento entre un Podemos que es un partido que le produce una gran incomodidad no solo por su radicalismo de izquierdas sino sobre todo porque no defiende la independencia para Cataluña. Por otra parte en ERC no van bien las cosas, cada vez son más los que cuestionan a Oriol Junqueras y en estos momentos su continuidad al frente de esa formación política está en riesgo. Hay quien exige su relevo porque no ha sido capaz de sacar adelante el proyecto independentista que ERC pretendía capitanear en esta legislatura.
La rumorología apunta que C's podría estar recibiendo algún tipo de ayuda de gente empeñada en hacer favores al PSOE
En el futuro parlamento catalán además tendrá un papel aún más relevante que ahora Ciudadanos, otro tormento más para Artur Mas, que preferiría alejar de él ese cáliz el mayor tiempo posible, y preferiría agotar la legislatura antes que dar paso a un nuevo Parlament en el que Podemos y Ciudadanos pisarían fuerte. Y hablando de Ciudadanos, la rumorología apunta que podría estar recibiendo algún tipo de ayuda de gente empeñada en hacer favores al PSOE. Es rumorología, pero efectivamente hay motivos para preguntarse de dónde han sacado el dinero para hacer tan exhaustiva campaña en Andalucía, para abrir nuevas sedes, para celebrar tantos actos, para realizar tantos viajes. Eso no sale de contribuciones de militantes, ni tampoco de lo que recibe Ciudadanos por su representación en el Parlamento catalán. Los dineros de Podemos proceden de donde proceden, pero los de Ciudadanos aún no se sabe … y por eso hay tantos rumores.
Un dirigente del PP, tan malintencionado como los que ponen esos rumores en circulación –para pararlos, Ciudadanos haría bien en pasar a limpio las cuentas. Si puede.- da una nueva prueba de su acidez cuando dice que Ciudadanos es “Rivera y tele” y Podemos “Pablo Iglesias y tele”. Es evidente que “la tele” ha ayudado mucho a los dos dirigentes políticos, o más que ayudado, pero en lugar de criticarlo debería tomar buena nota el PP: una mayor presencia de Rajoy y de los pesos pesados del partido en los medios de comunicación, y sobre todo en la calle, cerca de la gente, habría dado una imagen bien distinta del presidente y de su equipo. Para bien.
En ese sentido se echa de menos a González Pons –recomendable su libro “Tarde de paseo”, sale un retrato muy cotidiano de sí mismo- o a Javier Arenas, cuando se dedicaba full tiene a Andalucía y se acodaba de buena mañana en la barra de un bar para responder a las preguntas de los parroquianos, con los que compartía unos vinos. Hablar nunca es mal asunto. Nunca, todo lo contrario.
Pilar Cernuda