Es casi divertido ver las reacciones de los partidos ante la erupción volcánica de Podemos y el «tacita a tacita» de Ciudadanos. Como ya uno se fía de pocas cosas, me limito a leer y contar. Y leo y cuento que el PSOE ha contratado a tres sociólogos para desentrañar las claves del más que evidente éxito de estas dos formaciones. Si es verdad -y que los sociólogos me perdonen-, son ganas de gastar dinero porque las conclusiones a las que pueden llegar estos profesionales las han escrito/descrito cantidad de humildes periodistas, expertos politólogos y hasta me lo ha explicado con toda clase de detalles el fontanero que vino el otro día a casa a arreglar un fuga (de agua).
El éxito de Podemos y el de Ciudadanos empieza y se basa en tres letras nada más que forman un prefijo: «des». Mientras todo iba más o menos sobre ruedas, el país se escandalizaba un par de días ante las corruptelas que salían a la luz y hasta en el tema gravísimo de los GAL, una buena parte de la opinión pública no es que lo viera bien, pero tampoco se llevaba las manos a la cabeza. Pero llegó primero Zapatero -parece que ya todos están de acuerdo en que ha sido hasta ahora el peor presidente de la democracia y el peor secretario general del PSOE- y con Zapatero al frente llegó también la crisis. Fue un desastre: antes de la crisis abrió, sin saber por qué, un melón que ya se ve las consecuencias que ha traído: la reforma del Estatut de Cataluña y la promesa más absurda que jamás hizo presidente alguno (aunque aún estaba en la oposición): «Respetaré el Estatuto que apruebe el Parlamento de Cataluña» y, naturalmente, pasó lo que aún sigue pasando. No vio la crisis económica y se dedicó a gastar lo que no tenía en cosas inverosímiles.
Llegó entonces la alternativa del PP que en un mes tuvo que desdecirse de todas sus promesas electorales y acomodar su discurso a una realidad muy dura mientras se sucedían los escándalos de la corrupción interior, de su posible financiación ilegal, de sus negocios sucios, de sus «cajas B» y del empeño de Rajoy en ver desde su altura -y provocar- auténticas batallas en el seno de Génova.
La sacudida de los partidos emergentes ha hecho reflexionar un poco a todos
Es que no hay provincia española donde no haya al menos un imputado, acusado o sentenciado por corrupción. Lo de Bárcenas, lo de Gürtel, lo de los ERES en Andalucía, lo de los cursos de formación de empresarios y sindicatos, las indemnizaciones escandalosas a directivos que habían arruinado los bancos o las cajas*
Amigos del PSOE: ahorraros a los sociólogos. Lo de Podemos y Ciudadanos nace del famoso prefijo al que antes aludía: del des-encanto, el des-empleo, del des-agrado, la des-esperanza, la des-ilusión, el des-engaño* de una sociedad que a la que se le ha mentido una y otra vez porque a los partidos que se alternaban en el poder ya no les interesaba tanto transformar la sociedad sino mantener sus posiciones, porque sus dirigentes dejaron de venir de la calle, de esa calle en la que se vive la verdad de cada día, y empezaban en primero de Juventudes Socialistas o Nuevas Generaciones y, en quinto, si sabían moverse un poco y no criticar nada, podían ser secretarios de estado y hasta ministros. Y así no se va a ninguna parte.
Pero lo más gracioso es que los tres sociólogos que presuntamente haya podido contratar el PSOE dirán lo que el PSOE quiera porque serán «de la cuerda», e igual pasaría si fuera el PP el contratante. El ejemplo más claro lo tenemos en los grandes economistas que opinan sobre las políticas a seguir para salir de este atolladero: unos dicen negro y lo explican razonablemente y otros, no menos razonablemente, explican justo lo contrario. Pero así están las cosas y al menos esta sacudida de los partidos emergentes ha hecho reflexionar un poco a todos.
Andrés Aberasturi