Los resultados de las elecciones andaluzas han convulsionado hasta tal punto el panorama político español que todos los partidos, o casi todos, están inmersos en debates internos para redefinir sus posiciones ante las muy próximas elecciones municipales y autonómicas.
Decía casi todos los partidos porque quizá tan solo uno, Ciudadanos, ha salido realmente fortalecido y, sin duda, satisfecho. Probablemente porque su líder, Albert Rivera supo plantear las elecciones sin la prepotencia de la que otros hicieron gala.
Así las cosas, nos encontramos a un Partido Popular y un Mariano Rajoy muy contestado por quienes ven esfumarse sus alcaldías y presidencias, y empiezan a cuestionárselo todo; desde las estrategias y las tácticas planteadas por su líder, hasta la falta de autocrítica que le caracteriza. De aquí que haya tocado a rebato y, con un lacónico y poco sólido «tendremos que corregir lo que haya que corregir», ha convocado a sus barones de la Junta Directiva Nacional. Algo que ha hecho muy de tarde en tarde y que, al parecer, hace mucha falta. Veremos en que queda todo esto.
En el PSOE, supuestamente reforzado por el -supuesto- éxito de su candidata andaluza, tampoco parece que las aguas discurran tranquilas y cristalinas. No hace falta agudizar el oído para percibir el silbido de los cuchillos que, algunos resentidos y algunos insatisfechos, lanzan contra un secretario general que apenas ha disfrutado de tregua para consolidar su imagen que, aunque mejorada, sigue aún insuficientemente instalada en el «inconsciente colectivo».
Cuatro formaciones van a tener que hacer encaje de bolillos para conformar gobiernos
De Izquierda Unida, ¿qué decir?. Los gritos de Cayo Lara, tras la debacle andaluza del partido, fueron suficientemente explícitos: «Sin grupo parlamentario nos vamos al garete». Y si no lo fueron, Tania Sánchez se ha encargado sutilmente de explicitarlos mas.
Los partidos nacionalistas tampoco se libran del desbarajuste. No como consecuencia directa del resultado electoral andaluz, aunque si indirectamente, están empezando a tentarse la ropa y a ponerse vendas previas a las heridas, culpando al auge de Podemos de la paulatina disminución de las expectativas soberanistas.
El emergente Podemos tampoco se libra de conflictos internos. En este caso, un exceso de prepotencia hizo que sus notables resultados en Andalucía quedaran desdibujados y, casi, recibidos como un fracaso. Las elecciones internas, en las que el aparato, cada día más parecido a la detestada casta, se hizo con el mayor número de candidaturas para las elecciones autonómicas. Y, cosa curiosísima, con una escasa inclusión femenina de cabezas de lista. «Cosas veredes Sancho». Y es que una cosa es señalar los errores y sobre todo, las corrupciones en que, sin la más mínima duda, han caído los partidos tradicionales, fundamentalmente PP y PSOE, y otra muy distinta ofrecer formulas creíbles y viables con las que reactivar la economía, sustentar el estado del bienestar y, en definitiva, gobernar.
Y, para gobernar, tal y como está configurado el tablero, va a ser necesario pactar. El bipartidismo es historia. Cuatro formaciones, PP, PSOE, Podemos y Ciudadanos, van a tener que hacer encaje de bolillos para conformar gobiernos. Cosa que, no nos quepa la menor duda, si se hace bien, será bueno para la democracia.
Victoria Lafora