Las elecciones de Andalucía han creado una nueva atmósfera en el sistema de partidos políticos. El gran perdedor ha sido el PP. La eclosión de Ciutadans ha segado la hierba bajo los pies de Mariano Rajoy. Las directrices rígidas de Pedro Arriola se han convertido en un bálsamo que no surte efectos. Su apuesta, adoptada con obediencia franciscana por Mariano Rajoy, ha perdido con todas las de la ley y diecisiete escaños menos.
Ciutadans casi no existía en Andalucía y de repente el reflejo de sus resultados en esa comunidad ha engrandecido su presencia y su potencialidad en toda España. Inquietud en el PP y resurgimiento de viejas rencillas que tienen mucho de personales. Desconcierto ante la falta de reacción de Mariano Rajoy que ha jugado al cesarismo en época de vacas flacas. Hasta Esperanza Aguirre, ungida por el dedo del presidente, se permite decir cosas como que los resultados de Andalucía se han producido precisamente por la designación a dedo de su candidato.
Esperanza, que de tonta no tiene un solo pelo, también ha dicho que el PP no está en su mejor momento. El Palacio de La Moncloa se ha empezado a sembrar de minas que tienen programada su explosión en la medida que los acontecimientos se precipiten.
Una vez establecido que el PP es el gran perdedor de la situación creada en Andalucía, convendría analizar la situación de sus oponentes.
Pedro Sánchez ha sido quien mejor tajada ha sacado de la victoria de Susana Díaz. La presidenta de facto de la comunidad ha despejado la incógnita de su futuro. La tentación de dar un salto a la política nacional ya no existe en el medio plazo. Y ahora, sus recurrentes maniobras para desestabilizar al secretario general no tienen el mismo sentido. Es cierto que las amenazas no han desaparecido. Miguel Barroso, marido y cómplice de Carme Chacón, sigue siendo el asesor de cabecera de José Luis Rodríguez Zapatero. El ex secretario de comunicación de Zapatero conoce bien Cuba, en donde tiene un apartamento de su propiedad desde hace años. Barroso huele los negocios. Se hizo rico a la sombra del expresidente. Y ahora sabe que el deshielo entre Estados Unidos y Cuba convierte a la isla en un semillero de negocios muy interesante. Y Zapatero viajó a la isla no precisamente para hacer política.
Zapatero desestabiliza a Pedro Sánchez promocionando a Podemos, con quienes se reunió hasta proclamar la condición de socialdemócratas del partido de Pablo Iglesias.
Muchas cosas tendrían que cambiar para que Carme Chacón ganara unas primarias. Pero no hay que perder de vista la capacidad de intriga de «las viudas de Zapatero» en definición precisa de Joaquín Leguina.
Pero lo cierto es que las elecciones de Andalucía han vuelto a situar al PSOE en el escaparate de la política.
La ecuación de ascenso del PSOE y de Ciutadans es letal para el PP. Y, por otro lado, las encuestas empiezan a sentenciar que el avance de Podemos ya se ha estancado. Obsérvese la escasa participación de militantes en las primarias de Podemos. El entusiasmo se ha detenido.
Mariano Rajoy tiene síntoma de Don Tancredo. Le cuesta moverse en la plaza porque confía que su hieratismo le librará de las envestidas del toro, de todos los toros. Dejar que las cosas maduren sin ninguna iniciativa ya no funciona porque hay fuerzas que no eran emergentes y ya lo son. Estático, inmóvil, sufre el efecto de Leopoldo Calvo Sotelo. Del ex presidente se decía que era muy inteligente porque no decía nada. Pasados cien días se descubrió que no tenía nada que decir. En esas estamos con Rajoy.
El PP es un partido de poder. Como lo fue UCD. Con todas las diferencias, que son muchas, la implosión puede producir una gran sorpresa en las elecciones municipales donde cada candidato intentará salvarse por sí mismo ocultando, si es necesario, la existencia del PP.
De aquí a mayo podemos hacer cábalas. Pero el imaginario colectivo de los votantes españoles ya no ve al PP como la salvación frente a Podemos. Y el talismán de la recuperación económica no brilla lo suficiente más que en el IBEX. Poca luz para tantas sombras.
Carlos Carnicero