En mi columna anterior me permití el lujo de aquellos minutos de felicidad y optimismo, al comentar ese programa de radio con cinco personalidades del nuevo mundo progresista español. Lamento no poder hoy repetir algo semejante, pues el tema que sobrenada toda la actualidad es la lamentable situación por la que atraviesan el PP y su Gobierno, donde tengo no pocos de mis antiguos amigos, algunos de los cuales, desgraciadamente, dieron pasos atrás muy penosos en los últimos años. Resulta que las elecciones autonómicas y municipales del 24 de mayo están a la vuelta de la esquina y dentro del partido conservador, aunque a menudo lo disimulan o intentar mirar hacia otro lado, la situación es muy grave y, según numerosas opiniones, sobrecogedora. Dudo mucho de que la Junta Directiva Nacional de este martes vaya a servir para nada. Dios es testigo de que al escribir esto mi único sentimiento es de pesar y de deseos de que encuentren pronto el buen camino y sepan competir con normalidad con los viejos y nuevos partidos del panorama español. El PP se ha equivocado mucho y ahora intenta algunas rectificaciones electoralistas, varias de las cuales no están mal, pero chocan con un enorme problema de credibilidad, frente al que ya disponen de muy escaso tiempo para convencer a sus antiguas gentes.
Las elecciones andaluzas han marcado unos caminos para cuyo tránsito el PP es una de las formaciones peor preparadas, junto a IU y UPyD, que tampoco han sido capaces de afrontar el nuevo tiempo ni de librarse de divisiones y terribles enfrentamientos internos, sin darse cuenta, parece, de que eso es lo peor que le puede suceder a un partido de cara al electorado. De la prueba andaluza solo han salido bien el PSOE, Podemos y Ciudadanos. Que PSOE y Podemos no se equivoquen perdiendo el tren del entendimiento y el pacto, a sabiendas de que ambos tienen ahora la gran responsabilidad de empujar hacia adelante a la España progresista. Pero que el PP y Ciudadanos tampoco se equivoquen y echen por tierra la oportunidad de mantener en pie al conservadurismo o la derecha democrática. El PP, en lugar de dedicarse a despellejar a los de Albert Rivera, lo que tendría que hacer es mimarlos para entre los dos jugar un papel presentable en los próximos comicios. Autorizo al lector a que hoy me califique como Pedro el pacificador. Pero es que todo esto me sale del alma y me parece que sería lo mejor para España. Sin excluir transversalidades derecha-izquierda, claro.
Pedro Calvo Hernando