El clamoroso silencio de los seiscientos dirigentes del PP reunidos en Junta Directiva Nacional, resultó clamoroso. Tratándose de un partido democrático, hay pocos precedentes de que en una reunión de esta naturaleza ni uno solo de los asistentes pidiera la palabra para analizar la situación por la que atraviesa la organización vistos los pésimos resultados obtenidos en la recientes elecciones andaluzas (el PP pasó de 50 a 33 diputados), visto el sombrío pronóstico que anticipan las encuestas en los próximos comicios y oído el discurso autocomplaciente del Presidente del Gobierno. Una intervención que, en esencia, consistió en subrayar los logros del Ejecutivo en materia económica. Es cierto que la salida de la crisis está en marcha pero también lo es que seguimos teniendo la tasa de paro más alta de la UE y que la precariedad se ha instalado definitivamente en los nuevos tipos de contratos. Es bueno que a las empresas del Ibex 35 les vayan bien los negocios, pero no lo es que haya más de cuatro millones de españoles que no consiguen un empleo y que por lo tanto están en grave riesgo de exclusión. No hubo palabras para ellos. Decir que se van a bajar los impuestos cuando en estos tres últimos años el Gobierno que preside ha incumplido todas las promesas electorales del PP en esta materia tampoco dio pie a pregunta alguna de los asistentes, pese a qué más de uno será víctima en las urnas del rechazo de sus antiguos votantes, asfixiados como están por la política fiscal del señor Montoro. Sólo hay una explicación para tan sonoro silencio: la cautela, el temor a hablar y a ser represaliados. A desaparecer de las listas que precisamente estos días están siendo elaboradas por el sanedrín que dirige el partido con el visto bueno de Mariano Rajoy. Visto desde fuera cuesta entender que en pleno siglo XXI sigan vigentes prácticas propias de otras épocas y de otro tipo de partidos. Claro que no es nuevo. Al hoy jubilado Alfonso Guerra se le atribuye aquella advertencia que a modo de aviso a los navegantes discrepantes alertaba del desenlace de semejante travesía: «El que se mueve no sale en la foto». Para semejante papel, ya podían habernos ahorrado a los contribuyentes el viaje y las dietas de los seiscientos.
Fermín Bocos