Hace unos días el Financial Times publicaba que el gobierno griego podría estar preparando ya el impago de la deuda a pesar de que siguen produciéndose reuniones entre representantes de la Unión Europea y del gobierno griego. Es cierto que Estados Unidos está interesado en que Grecia siga en el euro y que no se rompa de alguna manera la Unión aunque sea por la salida de un miembro económicamente irrelevante. Obama ha estado en contacto con Merkel en este sentido. La imagen de unidad aún con dificultades parece ser para el mandatario estadounidense más importante que las resistencias de un miembro de la Unión a cumplir las normas. De hecho, desde hace días Tsipras parece estar jugando al gato y al ratón. Se ha recorrido medio mundo, pero no acaba de presentar la lista de medidas que harían posible darle el dinero que necesita con urgencia para hacer frente a sus obligaciones de pago de deuda, pero también de pensiones y salarios.
El gobierno griego está metido un espiral que pocos se atreven a señalar cuál será su final. Es verdad que algunos se han atrevido a señalar que nada pasaría si Grecia salía del euro o incluso la conveniencia de que lo hiciera. Pero, lo que está claro es lo que ocurre cuando un partido llega al gobierno por el cabreo de la gente, con promesas que no se pueden cumplir y con bastantes dosis de chulería. Tsipras y Varoukafis iban a cambiar la Unión Europea, cuyos líderes no se atreverían a dejarles solos. Una vez en el borde del precipicio debieron pensar que nadie osaría darles el empujón sino la mano. Veremos lo que ocurre al final. Lo que sí ya podemos ver claro es que como ejemplo de lo que no hay que hacer es clarificador. Tomen nota todos aquellos que creen que se pueden incumplir los compromisos sin pagar un precio y prometer la luna a la gente. Al final sólo llega la frustración, el desengaño y la decepción.
Carmen Tomás