Hay que llevar casco en las motos y ponerse el cinturón de seguridad y los niños pequeños deben ir en asientos especiales, carísimos y engorrosos. Pero en los taxis, no hace falta, los niños van sueltos.
Nadie interviene si mientras se conduce se mira el iphone o se mandan whatsapp, pues un juez considera que no es siquiera ni falta administrativa.
No se fuma en los lugares públicos, salvo en los campos de fútbol. Se puede fumar en las terrazas, aunque el vecino esté a menos de medio metro.
No está permitido estacionar en doble fila, salvo si hay aparcacoches, es decir, si el restaurante o discoteca son suficientemente caros.
Nadie multa por tocar la bocina. No tiene incentivo recaudatorio. Para los ayuntamientos, el ruido no existe.
Tampoco se prohibe estar con el coche o el autobús turístico parado con el motor en marcha, para tener aire acondicionado o calefacción. Pero la ecología reina.
En España, tradicionalmente católica, cada vez se descubren menos los turistas al visitar una iglesia, lo que hacen como el que va al zoo.
El 10% va a misa, pero el 100% celebra el Día de la Inmaculada, el 8 de diciembre. Intocable.
Prohibido fumar antes de los 16 años; permitido inflarse de bollycaos desde los dos años.
Cruzar a pie la Castellana, en Madrid, se debe hacer en tres fases. En coche se va de Atocha a Castelar sin parar.
No hay estaciones de metro dedicadas a escritores o políticos de relevancia, pero sí hay varias a Vodafone.
Antitaurinos comiendo grandes barbacoas o siendo agresivos. Católicos declarados defraudando a Hacienda. Partidarios absolutos de la propiedad privada que se descargan ilegalmente películas y libros.
Pero el que haya contrasentidos y que no todo sea guiado por el sentido común o las reglas canónicas es uno de los alicientes para que la vida no caiga en el aburrimiento total. Así, leer la prensa se ha convertido en un incentivo a la indignación cotidiana.
Jaime-Axel Ruiz Baudrihaye