Se habla de conjura pero es descoordinación. O incompetencia. Falta de liderazgo, en la peor de las hipótesis. Si no hay perro el rebaño se dispersa. Algo parecido a la dispersión se respira en los interiores del PP desde que los sondeos se han puesto de acuerdo en anticipar su debacle electoral.
A partir de ahí la derecha ilustrada vuelve donde solía, y ahora es un hervidero de teorías sobre la sucesión de Mariano Rajoy. Le ha bastado que el presidente de Galicia, Núñez Feijóo, aconsejara al presidente un minuto de reflexión si los resultados de mayo le son adversos, para excitar la libido de quienes lamentan en privado que con Rajoy no levantan cabeza. Han tomado el desbarajuste del caso Rato como prueba de fuego amigo en presunta operación desestabilizadora. Algo absolutamente absurdo en unas frenéticas vísperas electorales. No tiene ningún sentido el harakiri de una parte para poner en peligro el todo. No es creíble que este caso, o su escenificación, sea un producto de la ingeniería política urdido por sus primeros damnificados.
Por eso sostengo que es más producto de la desconexión entre los distintos brazos de actuación del Ejecutivo que de una conjura palaciega destinada a moverle la silla al presidente del Gobierno y del PP. Véase la perplejidad de los policías de escolta de Rato (Ministerio del Interior) al descubrir que son seguidos por agentes del Servicio de Vigilancia Aduanera (Ministerio de Hacienda), las dudas sobre la competencia judicial para hacerse cargo del caso (Juzgados Ordinarios o Audiencia Nacional), la descoordinación entre el trabajo de los servicios contra el blanqueo de capitales (Ministerio de Economía) y los de lucha contra el fraude fiscal (Ministerio de Hacienda), la penosa imagen de un presidente del Gobierno diciendo que se ha enterado por la Prensa de lo que su amigo, Rodrigo Rato, llevaba en la mochila, etc.
El Gobierno se encomienda a las limitaciones legales para negar información al Parlamento sobre las personas que practican el separatismo fiscal
Capítulo aparte merece el caótico fluido de filtraciones a medios de comunicación y, por otra parte, el lamentable espectáculo que desprende la derivada política del caso. Véase lo ocurrido en estas últimas horas en sede parlamentaria, donde el Gobierno ha puesto pie en pared respecto a todas y cada una de las iniciativas de la oposición para dotar de ciencia propia al Congreso sobre la trastienda de la amnistía fiscal de 2012 (mod. 750), la declaración de bienes en el extranjero de 2013 (mod. 720) y la consecuente lista de defraudadores -o algo peor- surgida de los desfases entre las dos mencionadas declaraciones.
Resulta paradójico ver cómo el patrimonio de Rato ha sido abierto en canal en la Prensa, por un desordenado proceso de filtraciones masivas, mientras el Gobierno se encomienda a las limitaciones legales -existen, pero no son insalvables- para negar información al Parlamento sobre las personas que practican el separatismo fiscal. Al final nos acabaremos enterando también por los medios de comunicación que, mire usted por donde, han puenteado al Congreso (es su papel social y están en su derecho)en todo lo referido a las entrañas patrimoniales del exvicepresidente del Gobierno y ex director gerente del FMI.
Antonio Casado