Viernes tras viernes durante casi tres años ha dado una lección de lo que significa no salirse del guión. Precisión en las palabras. Límites claros de su territorio. Ni una mala palabra ni un mal gesto. Da igual que se aborde la crisis, que el CNI, que la Justicia. Da igual. Soraya Sáenz de Santamaría nunca ha sorprendido y difícil será cogerla en un descuido. Solo se desmelena un poco en las sesiones de control. Se sube las mangas de la chaqueta y a lo que le echen.
Soraya Sáenz de Santamaría nunca ha sorprendido y dífícil será cogerla en un descuido
Además, y quizás por ello, es una brillante opositora, capaz de diseccionar cualquier texto jurídicos y habla con precisión. Con tanta precisión que cuando la Vicepresidenta, sin parpadear, pronunció el término «amnistía» contraviniendo así el lenguaje oficial. Que no, que no es amnistía, clama Cristóbal y tiene que ser la mujer más poderosa del Gobierno la que decide hablar de «amnistía».
Ignoro los motivos de lo que no es de ninguna de las maneras un «lapsus linguae». Esas cosas pueden ocurrir a cualquiera menos a Soraya Sáenz de Santamaría. No fue un error. Fue un término utilizado a ciencia y conciencia y la primera vez que la vicepresidenta es noticia por la palabra empleada.
Y es que las palabras, todas, tienen su significado en su contexto determinado y ninguna se las lleva el viento. Todo lo que se dice queda. En este caso, no sólo ha quedado, sino que además provocó una enorme sorpresa en sus compañeros de bancada. Los ojos de Margallo parecían afectados por un síndrome volandero y Cristóbal Montoro no se tomó el pulso porque está de salida. Como todos.
Pasadas unas pocas horas, un alto dirigente del PP aseguraba a quien esto escribe, lo siguiente: «lo que faltaba, ahora cisma en el Gobierno». Ignoro si la intervención de Sáenz de Santamaría pronunciando el término «amnistía» y no «regularización» puede significar un cisma en el Gobierno. No creo que la sangre llegue al río, pero lo que si es seguro es que acrecienta algunos distanciamientos, reafirma la falta de empatía entre algunos de sus integrantes. Hay que insistir. La Vicepresidenta no se equivocó y a estas alturas y con la que esta cayendo cuesta creer que haya palabra, gesto, ausencia o silencio que sea inocente.
Lo que faltaba. Sí, lo que faltaba en un colectivo como el del PP que navega con las aguas del pánico al borde de la barbilla y que mira a Rajoy. Unos, para concluir que con él «vamos a ninguna parte» y otros con la esperanza de que como «es más largo que un día sin pan», se le ocurra algo para salir del atolladero anímico en el que se encuentra el partido más importante de España.
Soraya sabía lo que decía y Rajoy sabe que le miran. Los dos saben contenerse y son de los que no pierden los nervios pero ¿saben?, algo está ocurriendo -más allá de lo que publican los periódicos- en el seno del PP hasta el punto que no hay que descartar que después del 24 de Mayo, el Presidente diga algo así como «hasta aquí hemos llegado». O sea, «hasta aquí» ha llegado él. Es seguro, no obstante que si se le pregunta dirá que ni se le ha ocurrido no ser candidato, pero como él mismo ha reconocido, todo, todavía puede ocurrir.
No creo que se haya abierto de verdad un proceso de sustitución. Todavía, no. Pero si se llega a abrir hay dos vías. La de los despachos en cuyo caso habría que mirar a Sáenz de Santamaría o la del Partido en cuyo caso, hay que dirigirse hacia el norte y darse de bruces con Núñez Feijóo
Cuando cunde el pánico las lealtades se resquebrajan, los ánimos decaen. Quienes quisieron ser y no pudieron quizás no hayan olvidado sus anhelos y los que están en la cola a la espera de que se les de la vez, a lo mejor buscan buena sombra.
El PP no es una pandilla de amigos, ni siquiera UCD. Es un partido fuerte, bregado en mil y una batallas que aun cuando vaya a perder unos cuantos kilos electorales no se va a quedar en el esqueleto, pero están agobiados, desconcertados y para que no falte nada, la vicepresidenta se salta a la torera el lenguaje oficial y los ministros todavía se dan pellizcos. Les gustaría pensar que escucharon mal pero saben que habló de amnistía y ellos ya hablan solos. Que no, que no, que es una regularización, clama Montoro. La mujer más poderosa ha sido quien le ha dejado hablando solo y eso que se llevan bien…
Charo Zarzalejos