Según señala algún que otro comentarista, la expresión «repera patatera» empleada por el Director de la Agencia Tributaria, Santiago Menéndez, en su reciente comparecencia en una comisión del Congreso de los Diputados, en sustitución insuficiente de su ministro de Hacienda, no figura en el diccionario de la Real Academia Española (RAE). Sin embargo, otro diccionario dice que “repera (ser la)” es salirse de lo normal. En cambio, “patatero” sería algo vulgar.
Dada la publicidad conferida estos días a la mencionada expresión, no sería de extrañar que la RAE remedie pronto el fallo y la incorpore a su diccionario ya que la Academia es consciente no sólo de que nuestro idioma es una lengua viva que evoluciona, lo que debe reflejase en dicho diccionario, sino también que en esa evolución se incorporan vocablos de diferente origen, incluso social, que aterrizan en nuestros léxicos diarios de carácter general o especializado.
Así, en algunas empresas españolas una conferencia entre varias personas en lugares diferentes que se ven y comunican a través de una pantalla es un «call» (“llamada” en inglés) que pronuncian, correctamente, “col”, que es un repollo. Con lo fácil que sería decir «videoconferencia» en castellano, o «videoplasma» en «marianés», el lenguaje de Mariano Rajoy según un programa humorístico radiofónico. ¡Cuánta gente habla de un «e-mail» (pronunciando “i-meil») cuando sería más estético decir un «correo» o, con gracia, un «e-milio»!
El lenguaje evoluciona y es un hecho implacable que el idioma dominante de ahora, el inglés, impone sus pautas como lo hizo antes el castellano. Como ejemplo de esto último, los ingleses adoptaron en su día el vocablo castellano «guerrilla», que pronuncian «guerrrrrila» (con ele y muchas erres), y a los reptiles cocodrilianos en Florida los llamaron «alligator» (que pronuncian «aligueitor»), palabra que viene del castellano «el lagarto», apelativo con el que los describieron los españoles por considerarlos unos lagartos, aunque creciditos y peligrosos.
Como ahora impera el inglés, el latín de hoy en día, la lengua común planetaria, el idioma que vehicula muchas técnicas, prácticas profesionales, aportaciones culturales, mejoras científicas y tecnológicas, entre otras cosas, es lógico que sus vocablos se introduzcan en nuestro idioma al amparo, en ocasiones, de nuestra ignorancia y dejadez pues muchas veces la traducción española existe. Suele prevalecer, sin embargo, la pereza mental, con la complicidad de casi todos, en lugar de buscar la palabra española o adaptar el término extranjero a nuestro idioma como con el delicioso «orsay» que en fútbol era el «off side» inglés, aunque está ahora en desuso a cambio del más correcto «fuera de juego».
Respecto a la definición de «repera patatera», el diccionario de la RAE podría señalar que se trata de “datos fiscales de todo pelaje custodiados por la Administración susceptibles, eventualmente, de filtraciones». Además de decir que los datos de que dispone Hacienda son la “repera patatera”, Menéndez añadió que en los mismos había de todo. Por otra parte, muchos comentaristas critican las posibles filtraciones que rodean el «caso Rato» (y otros) sin por ello exculparle de sus pecados fiscales y semejantes. La prensa estaba ya frente a su domicilio cuando llegó la policía y la descripción de sus bienes ha llegado a la redacción de algún medio de comunicación.
Hay quien señala que bien podría ser anulable el procedimiento empleado lo que, en fin de cuentas, beneficiaría a Rato. Ha sufrido un paseíllo público que ha permitido al Gobierno hinchar su pecho contracorruptor pero, por otro lado, podría abrirse, quizás accidentalmente, la posibilidad de librarse por razones procesales. Equivocarse no es forzosamente confabularse.
El debate público ha ganado en claridad estos días al llamar Soraya Sáenz de Santamaría gato a un gato, es decir, las cosas por su nombre. Consecuentemente, amnistía a una amnistía, al contrario que Montoro que lo llama otra cosa. Este último tiene quizás razón técnicamente y lo explicó el miércoles pasado a los periodistas después de la intervención gatuna de su Vicepresidenta pero, políticamente, su jefa llevó el gato al agua dando la razón a todos aquellos que llaman amnistía a la amnistía.
Podría argumentarse, finalmente, que en el término “repera” el prefijo “re” duplica el término “pera” y que se trata, por lo tanto, de dos peras. Pueden, pues, algunos lectores probar las «peras al vino». Son riquísimas. También usan algunos el término “pera” para señalar que algo es elegante o que lo es alguien cuando se dice que “es un pollo pera”. En fin, parece que las peras son más elegantes que las patatas pero no forzosamente más ricas. Es cuestión de gustos, y de Hacienda.
Carlos Miranda
Embajador de España
Carlos Miranda