Asistimos con lo de Trillo y Pujalte, que son casos palmarios de promiscuidad político-dineraria, a un debate en el filo de la nada: Sus «asesoramientos» verbales, remunerados con extrema longanimidad, a empresas que contratan con la Administración, ¿son legales? ¿Son éticos? ¿Son legales y éticos? ¿Son legales pero no son éticos? Dejando a un lado las opiniones más cabales y minoritarias, las que sostienen que en lo tocante a los representantes políticos nada que no sea ético, o sea, moral, decente, honrado, honorable, intachable, ejemplar, transparente, debería ser legal, parece haber unanimidad en la apreciación de que sus «liaisons dangereuses» eran, o son, legales, pero no muy éticas que digamos. Diríase que la circunstancia de que muchos otros diputados hacen lo mismo o cosas parecidas, sin que ley ni reglamento alguno se lo castigue ni estorbe, influye lo suyo en la construcción de esa opinión mayoritaria.
Pero las disquisiciones sobre lo legal y lo ético, sobre su maridaje o su divorcio, podrían nublar la evidencia que brilla con luz propia: que los diputados españoles puedan hacer cosas sin control y desde el privilegio, como cobrar dietas por conceptos ficticios, subirse el sueldo a discreción, acumular varios o compaginar su función legislativa con servicios a empresas privadas que podrían beneficiarse de esa función, forma parte de la seducción del Estado y contribuye a explicar por qué la clase política se refugió en él, abandonando al pueblo, a la sociedad, en la intemperie. Estado y sociedad han venido siendo en España, lamentablemente, antagónicos, y para la prevalencia de los intereses, a menudo privados, que defiende el primero sobre las necesidades de la segunda, se inventó hace mucho esa captación a base de sinecuras. Con las Cajas de Ahorros, saquedas a conciencia, se llegó a extremo de sustraer los recursos de los particulares, de los ciudadanos, de los trabajadores, para trasladarlos al Estado y repartirlos, partido a partido, sindicato a sindicato, entre los que medran en él.
Lo legal y lo ético. Una diferencia esencial: Lo legal se inventa (las leyes), en tanto que lo ético es. ¿Y quién se inventa lo legal? Los diputados.
Rafael Torres