Mariano Rajoy va a disolver las Cortes a finales de septiembre, e intuyendo de antemano que algunas de las posaderas de sus señorías no volverán a tener la oportunidad de sentarse en un escaño, ha preparado un programa de festejos que incluye los meses de julio y agosto, donde el Congreso de los Diputados permanecerá abierto, como las cantinas de la estación. Como sería muy chusco que se reunieran para hablar de la vuelta ciclista -las bicicletas son para el verano- el presidente del Gobierno les ha preparado la tarea de aprobar cuarenta leyes, cuarenta, de las más acreditadas secretarías generales técnicas, que son las que suelen preparar los borradores de las leyes que sufrimos.
El Reino Unido se basa en la Constitución y en la jurisprudencia que ha ido creando el sentido común de los jueces. Un juez tiene que poseer sentido común, y si sabe algo de Derecho, pues mejor, pero sobre todo, sentido común. En España, hay tantas leyes generales, reales decretos, órdenes ministeriales, disposiciones autonómicas y reglamentos municipales que no hay español, incluido el obispo de la diócesis, que no esté fuera de la Ley.
Se cae una teja, hiere a un niño, e inmediatamente se crea la Ley General de Tejas, a las que la autonomía correspondiente la añade alguna particularidad. A todo esto, ni la teja ni el albañil se enteran, pero si se enteran y no cumplen la norma, nadie les va a inspeccionar. El político español es un hombre de profunda fe: cree que los problemas se solucionan con leyes. Más aún, a la izquierda le enfervoriza y le enardece reglamentar. Predica la libertad, pero en cuanto tiene un boletín oficial a mano es capaz de regular la hora de acostarse o los centímetros exactos que debe tener una escalera. A todo esto, la vigilancia sobre tanto ordenamiento es imposible, y por eso nadie inspecciona. Las bombonas de butano, por ejemplo, tienen una cuidadosa regulación que nadie cumple en su totalidad. Eso sí, para abrir un local comercial hay que armarse de paciencia: entre el municipio, la delegación del gobierno y la autonomía harán todo lo posible para que el optimista se rinda y no cree una empresa. Bien. Todo es susceptible de empeorar. Tendremos cuarenta leyes nuevas para incumplir al hispánico modo.
Luis del Val