El Tribunal de Justicia de la Unión Europea ha dictado una resolución polémica y ha avalado a los Estados que, genéricamente, prohíben a los homosexuales ser donantes de sangre. Los magistrados zanjan un caso que se planteó hace seis años en Francia, uno de los 50 países en el mundo que mantienen esta prohibición, cuando un médico impidió donar sangre a un homosexual que había mantenido relaciones sexuales con otro hombre. Ante la sorpresa, el ciudadano llevó el asunto a los tribunales.
Ahora el Tribunal europeo deja en manos de los nacionales dilucidar en cada caso la cuestión. Sólo les marca el camino, que se basen en «criterios científicos, proporcionales y de interés general», porque reconoce que una prohibición así «puede entrañar una discriminación por razón de orientación sexual». Pero con esos criterios, si la decisión final es la prohibición esta queda avalada por la justicia europea.
Sin duda, las donaciones de sangre deben estar sometidas a todos los controles para evitar contagios. Pero fijar limitaciones por el mero hecho de ser homosexual y no en virtud de la enfermedad contagiosa que alguien pueda padecer aunque no lo sea parece prejuicio discriminatorio. También es verdad que el contagio por VIH tiene una ventana de riesgo desde que se ha producido hasta que puede ser detectado en sangre. Pero esa realidad llevaría a fijar rígidos protocolos que salven ese periodo en personas que hayan mantenido relaciones sexuales de riesgo, en todas y no sólo en los homosexuales. Y, en todo caso, la precaución en una circunstancia puntual no debería llevar a una prohibición general y de por vida. Preocupa finalmente que una limitación de este tipo genere protocolos que obliguen a los ciudadanos a confesar su orientación sexual en un acto médico, cosa que parece vulnerar el derecho a la intimidad.
Isaías Lafuente