La salida abrupta del número tres de Podemos, Juan Carlos Monedero, tras realizar unas muy duras críticas a la formación de la que él ha sido su principal ideólogo, ha dejado al descubierto que, quienes han hecho de la crítica a los partidos políticos «tradicionales» -los de la casta les han bautizado de forma despectiva- su principal bandera, al final se comportan como ellos. El disidente no tiene sitio en esa formación política, por lo que se le aparta, se le margina y al final se le enseña la puerta de salida. Es decir, lo mismo que ha podido suceder en el PP o en el PSOE.
Podemos es una formación política de apenas dieciséis meses de vida, nacida en torno al movimiento social del 15-M, que tuvo en las elecciones europeas de hace un año un resultado espectacular -1.250.000 votos y 5 eurodiputados en Bruselas-, cuyas expectativas electorales en los meses siguientes fueron creciendo hasta hacerla aparecer en algunas encuestas como la primera fuerza política en intención de voto. Todo era de color de rosa, hasta que empezaron a aflorar sus conexiones ideológicas y financieras con el régimen venezolano de Hugo Chávez y de Maduro, sus simpatías hacia el régimen comunista de Cuba, su comprensión hacia la izquierda abertzale, es decir, el mundo que apoya a ETA, y los chanchullos de algunos de sus dirigentes, como la beca en la Universidad de Málaga de Iñigo Errejón o el dinero, 425.000€, que se embolsaba el propio Monedero por unos informes para diversos países de Sudamérica.
La formación liderada por Pablo Iglesias empezó a experimentar en carne propia los riesgos que se asumen cuando se está continuamente expuesto al escrutinio de la opinión pública, y eso que durante bastantes meses, Podemos y sus principales líderes tuvieron un trato absolutamente de favor en algunas televisiones privadas que les brindaban minutos y minutos de pantalla en sus principales programas informativos o de debate. Tomaron la decisión estratégica de aparecer menos en los medios, también porque empezaron a aflorar cuestiones incómodas o irregulares de algunos de sus líderes y entonces -como los partidos que ellos llaman casta- lo mejor es no estar mucho en los medios porque si no hay que dar demasiadas explicaciones.
La irrupción con fuerza de Ciudadanos ha sido otro factor que ha frenado el auge de Podemos. No tanto porque la formación de Albert Rivera le quite votos a la de Pablo Iglesias, sino porque en el tablero político ha aparecido otro actor, y eso siempre resta protagonismo. El próximo 24 de mayo se podrá testar el estado de salud de Podemos, pero da la impresión que van a ser mucho menos decisivos de lo que ellos mismos pensaban hace muy poco tiempo. La política, señores de Podemos, es así. Bienvenidos al club.
Cayetano González