domingo, noviembre 24, 2024
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Susana, en capilla

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Todos los discursos de investidura de un aspirante a la noble tarea de gestionar los intereses generales son iguales. Pedir la confianza a la Cámara bajo promesa de que se gobernará para todos es el sempiterno resorte utilizado para granjearse la complicidad de los portavoces de otros grupos políticos que, en aplicación del sano principio del pluralismo, también se sientan en dicha Cámara. Como igualmente se sientan los del partido ganador en las urnas, según una matemática parlamentaria que no le da para hacer de su capa un sayo. De ahí esa ritual petición de confianza del aspirante a los representantes de la voluntad popular que pertenecen a otros partidos.

En esas coordenadas encaja la intervención de Susana Díaz, candidata socialista a repetir como presidenta de la Junta de Andalucía, en la primera jornada de la sesión de investidura del Parlamento regional. A lo largo de aproximadamente una hora y media, el lunes por la mañana presentó un programa de gobierno «enriquecido» con propuestas ajenas. La firma de Ciudadanos, en unas, y la de Podemos, en otras, es perfectamente identificable en las adherencias programáticas a la hoja de ruta de los socialistas andaluces para un nuevo periodo de cuatro años en el gobierno de la Comunidad.

Esas adherencias pueden tomarse como profesión de fe de la candidata socialista en el diálogo, el pacto, el consenso y la colaboración de todos los partidos en el superior interés de los andaluces. Así las sirvió a la Cámara Susana Díaz. Pero también pueden tomarse como condiciones previas a una eventual disposición de los dos grupos citados a favorecer la inmediata investidura de la aspirante. Y así es como procede interpretarlo, so pena de hacernos trampas en el solitario.

Desde ese punto de vista, lo suyo es esperar a que el discurso de Susana Díaz supere, o no, la prueba del contraste con los criterios de Ciudadanos y Podemos. Sus respectivos portavoces no han intervenido a la hora de escribir este comentario, pero será muy difícil que no se hayan dado por aludidos respecto a las propuestas que habían adelantado a modo de condiciones previas para abstenerse en la votación del martes por la tarde en la Cámara andaluza. Sobre todo en el terreno de la lucha contra la corrupción, los desahucios y la inflación de altos cargos en distintos niveles de la Administración.

Quedamos atentos a la pantalla, mientras se hacen quinielas sobre el sentido del voto de los dos partidos emergentes, en cuyas manos está que Susana Díaz sea investida antes o después de las elecciones del 24 de mayo. La cuestión es relevante porque si llega como presidenta a esa fecha habrá multiplicado su poder negociador en la constitución de los ayuntamientos andaluces, aunque los socialistas lo vestirán de otra manera. A saber: la responsabilidad de fuerzas políticas distintas al PP a la hora de contribuir a la estabilidad política de la región más poblada de España.

Antonio Casado

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