lunes, noviembre 25, 2024
- Publicidad -

Rajoy no es Cameron; Albert Rivera, tampoco

No te pierdas...

La victoria de los conservadores -o, mejor, la derrota de los laboristas- en Gran Bretaña puede que haya sido una buena noticia para el Partido Popular y para Rajoy: cualquier cosa, en la carrera final hacia unas elecciones tan importantes como las del domingo 24, puede influir en los resultados, incluyendo esa absurda huelga con rostros de los futbolistas mejor pagados del mundo apoyándola. Quiero decir que sobre el presumible ganador 'a los puntos' de unas elecciones que, como las municipales y autonómicas, ya verán cómo todos dirán haberlas ganado, pesan ahora numerosos factores. Y los resultados de esa encuesta del CIS que dice que el PP gana en votos en muchos sitios, pero que ni sueñe con gobernar si Albert Rivera, el único rostro conocido de Ciudadanos, no quiere, pueden ser muy diferentes dentro de quince días cuando los españoles se enfrenten a la realidad de las urnas. Ya ven ustedes para lo que han servido los sondeos en Gran Bretaña: para que los medios de comunicación, británicos y de todo el mundo, patinásemos por haber confiado en la demoscopia, la más falible de las ciencias.

Así que permítame usted desconfiar de ese sondeo del CIS, cuya 'cocina', muestra y métodos no estoy cualificado para criticar; lo que ocurre es que se evidencia que la opinión pública española está, estamos, desorientados, despistados, confundidos y perplejos, que son cuatro estados de ánimo similares pero no idénticos. Y resulta que, hace tres semanas, la situación era casi de empate técnico entre cuatro formaciones -PP, PSOE, Podemos y Ciudadanos- y hoy, CIS dixit, vemos que el bipartismo 'con muletas' sigue vigente, porque PP y PSOE se consolidan algo -algo–, aunque de Albert Rivera dependerán la gobernación por el PP de ocho autonomías y al menos dos decenas de capitales de provincia, y de Pablo Iglesias podría depender que el PSOE se alzase con el poder en tres autonomías y al menos docena y media de capitales de provincia.

Albert Rivera tampoco es Cameron, aunque sea, si la comparación es posible, mejor que Milliband

Pero ni Ciudadanos ni Podemos tendrán directamente el gobierno de Comunidad Autónoma o ciudad importante alguna: los 'emergentes' lo son en la medida en la que pueden colocar en el sillón autonómico o municipal -y luego, quizá en La Moncloa- a un político del PP o del PSOE. Esa es la radiografía del momento: puede que, en dos semanas, el bipartidismo vaya necesitando menos muletas -que, en todo caso, algo las necesitará–, a medida que el ciudadano se vaya asustando ante las 'ensaladas', de ingredientes desconocidos, que serán necesarias, estando como están ahora las cosas, para componer un menú de gobierno.

Está bien, Mariano Rajoy no es Cameron. No tendrá el PP que Rajoy preside esas confortables mayorías que han logrado los 'tories' en Gran Bretaña, porque, por mucho que algunos comentaristas se empeñen, entre el Reino Unido y España hay cuatrocientos años de historia democrática de diferencia, además de la lluvia y los abonos que facilitan ese verdor de la campiña británica. O sea, que Cameron ha ganado y ha repetido su promesa de convocar un referéndum dentro de dos años para saber si el Reino Unido quiere o no seguir en la UE. Lo ganarán sus tesis, como las ganaron en el referéndum sobre la independencia de Escocia: Cameron, con todos sus defectos, es un valiente estadista. Albert Rivera, hasta donde se demuestra, tampoco.

No, Albert Rivera, figura estimable donde las haya, tampoco es Cameron, aunque sea, si la comparación es posible, mejor que Milliband. El principal valor del líder de Ciudadanos es que hace muy buenos diagnósticos. Pero eso ni le va a llevar a La Moncloa ni le va a hacer crecer mucho más en intención de voto. Sus exigencias algo demagógicas a la muy apurada Susana Díaz, que ve cómo se aplaza su investidura, no le definen como el hombre que puede solucionar los problemas de España; sigue careciendo de cuadros, de implantación real, de programa realista y de otras figuras atractivas que rodeen el indudable carisma del único líder que conocemos de Ciudadanos.

 Sánchez tiene que recorrer mucho camino para convencernos de la bondad de sus vagas propuestas regeneracionistas

Yo, al menos, no estoy dispuesto, por mucho que los datos del CIS le erijan en futuro árbitro y señor de la situación, en el hombre que puede poner o quitar al inquilino próximo de La Moncloa, a caer rendido en los brazos seductores de Albert Rivera. No está, siento decirlo, controlando la situación en la primera oportunidad en la que ya tendría que haberse definido, más allá de sus exigencias de decapitación de Griñán y Chaves. Tampoco estoy dispuesto, desde luego que no, a echarme en brazos de quien me considera 'casta' desde la casta que él mismo se ha fabricado enmarañado en la confusión, y hablo de Pablo Iglesias, claro está. Del titubeante Rajoy, a quien las encuestas sacrosantas conceden menos carisma que a un mejillón de sus rías gallegas, ya he dicho muchas veces lo que tengo que decir, para no repetir algunos conceptos más bien peyorativos acerca de algunas de las personas que rodean al presidente que aún conserva el mayor poder político que se recuerda en España. Y no, Pedro Sánchez, el todavía nuevo líder socialista, tiene que recorrer mucho camino para convencernos de la bondad de sus vagas propuestas regeneracionistas, aunque cierto es que las ensaya… sobre el papel.

Es decir, querido lector, que estoy tan perdido como usted mismo, tan confuso, etc., como nos muestran, cuando se les miran bien las tripas, encuestas como la del CIS, cocinada o sin cocinar. Y que quién diablos sabe a estas alturas lo que, dentro de quince días, haré cuando me plante ante la urna que me exige depositar en ella mi voto. O sea, como usted, ando perdido.

Fernando Jáuregui

Artículo anterior
Artículo siguiente

Relacionadas

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

- Publicidad -

Últimas noticias

- Publicidad -