Han fallado todas las previsiones. Finalmente David Cameron ha conseguido lo imposible: esa ansiada mayoría absoluta, que todos le negaban. El líder conservador ha triunfado en las urnas frente a la debacle compartida de los laboristas de Ed Miliband y los liberal-demócratas de Nickn Clegg. Ninguna encuesta acertó y, de hecho, dicen que desde 1992 todos los sondeos prácticamente habían acertado en los plebiscitos de Reino Unido y de ahí que incluso durante la jornada electoral se hablará de un empate técnico que vendría a complicar y mucho la legislatura del que fuera elegido primer ministro.
Toda Europa vive tiempos convulsos electoralmente hablando y el Reino Unido parecía que no era la excepción. Durante las cinco semanas que allí dura la campaña electoral es verdad que los sondeos dibujaban una ligerísima ventaja de los conservadores, pero los resultados finales no han sido ni parecidos a las previsiones y de hecho se han generado auténticas montañas rusas en cambio de voto. Si de muestra vale un botón en el distrito escocés de Kirkcald del exprimer ministro Gordon Brown se ha producido una oscilación de voto del 37 por ciento del laborismo hacia el nacionalismo escocés, algo realmente insólito.
Aunque es absurdo hacer un paralelismo entre lo ocurrido en las lecciones británicas y la situación de nuestro país, con elecciones municipales y autonómicas a la vuelta de la esquina y a tiro de piedra de las generales, sí hay algunas reflexiones que nos pueden servir. El otro día me comentaba un experto en análisis demoscópicos que estamos en una situación de incertidumbre desconocida desde que se empezaron a hacer este tipo de sondeos en la transición democrática. Nadie sabe lo que va a pasar y hay un voto vergonzante y oculto de los dos grandes partidos casi indescifrable. Lo único que está claro es que el bipartidismo tal como lo conocemos no es que vaya a desaparecer, que no será así, pero se va a debilitar mucho, tanto PP como PSOE van a perder votos a chorros y con la aparición de las dos fuerzas emergentes, Podemos y Ciudadanos, no va a quedar otra que conjugar el verbo negociar. Tendrá que llegarse a consensos y pactos y eso lejos de complicara la vida puede servir de aliciente para una auténtica regeneración democrática.
El impasse calculado de Andalucía nos puede dar idea de a que se van a enfrentar muchos si quieren conformar gobiernos
En los ayuntamientos y comunidades autónomas ha habido desde siempre negociaciones y acuerdos de todo signo y condición, pero la diferencia es que ahora la llave la van a tener dos partidos que, ideológicamente, se sitúan y compiten en el terreno de los grandes. El impasse calculado de Andalucía nos puede dar idea de a que se van a enfrentar muchos si quieren conformar gobiernos municipales y autonómicos. Lo mejor de todo es que hacía mucho tiempo que se había instalado la «especie» de que los programas electorales que ofrecían los partidos políticos en este país estaban para no cumplirlos y ahora todos analizamos con lupa las ofertas electorales de los nuevos y también de los históricos. La incertidumbre no tiene por qué analizarse en negativo.
Ya estamos viendo como en Andalucía tanto Podemos como Ciudadanos han puesto encima de la mesa una serie de condiciones claras para regenerar la vida política y sus exigencias han ido encaminadas a desterrar las prácticas corruptas que se han cometido durante décadas en el poder de los mismos.
Pues eso puede ocurrir igual en el resto de las autonomías y en el futuro a nivel nacional ¿por qué no? El último CIS debería hacer reflexionar tanto a Rajoy como a Sánchez porque los partidos que lideran se sitúan no sólo en mínimos históricos, sino que el desgaste no parece que haya tocado suelo. Si al final lo que se conforman son dos grandes bloques ideológicos no será algo puntual si no una realidad con la que habrán que convivir durante muchos años. Los sondeos pueden ser fallidos pero es evidente que aquí están cambiando muchas cosas y quien cierre lo ojos a esa realidad se quedará en el camino sí o sí.
Esther Esteban