La visibilidad es la primera condición del éxito político. Pero lo que se enseña tiene que tener contenido y ser comprensible de manera sencilla.
El PSOE perdió su visibilidad durante el mandato de José Luis Rodríguez Zapatero. Un número importante de ciudadanos con afinidades con el PSOE se sintieron defraudados. Estos cuatro años han sido una auténtica travesía del desierto con la paradoja de que el PP descendía en confianza e intención de voto pero el PSOE no se recuperaba desde el abismo en donde lo dejó Zapatero. Cuajó el mantra de «la herencia recibida».
La segunda paradoja es que el nuevo secretario general del PSOE, un auténtico desconocido cuando fue elegido, fue zancadilleado en su propio partido. Zapatero y su gente no han disimulado sus maniobras contra el secretario general cuyo cenit fue la entrevista que Zapatero y Bono celebraron con Pablo Iglesias sin comunicarlo a la dirección del partido.
En la medida que Carme Chacón descubra que no tiene ninguna posibilidad en las primarias, la gente de Miguel Barroso disminuirá sus maniobras contra Pedro Sánchez.
Quien tampoco ha ofertado disimulos en sus tramas contra el secretario general del PSOE ha sido Susana Díaz, amagando con su salto a Madrid hasta su victoria en las elecciones Andaluzas.
Finalmente, Felipe González ha manifestado su apoyo sin fisuras a Pedro Sánchez. Ha sido, probablemente la mejor noticia para el secretario general del PSOE.
En el actual escenario, la sangría que por la izquierda del PSOE significaba Podemos, se ha detenido. El partido de Pablo Iglesias ha sido efervescente; cuando se ha disipado la espuma y se ha podido ver el contenido, el globo se ha pinchado. Desaparecida la efervescencia, la gaseosa solo sabe a agua. Decir una cosa y la contraria, a la larga, paga precio.
Pablo Iglesias tiene problemas de comunicación derivados, entre otras cosas, de su sobreexposición mediática. El talante autoritario se manifiesta en la incapacidad para manejar las críticas que recibe. La coleta y la cara de suficiencia ha saltado por los aires la imagen de alternativa. Ya no hay frescura porque ha quedado sepultada por la exhibición de oportunismo y sus gestos cesaristas.
La salida de Monedero del politburó le ha hecho mucho daño al proyecto. El símil que se me ocurre es el de Alfonso Guerra abandonando la dirección del PSOE inmediatamente después del Congreso de Suresnes.
El PSOE ha vuelto a ocupar un sitio en la vidriera y se ofrece con posibilidades de éxito de ser la mejor opción para sacar al PP del Gobierno. Y el primer test van a ser las municipales en donde el PP va a tener complicado obtener mayorías absolutas en un mapa en el que el bipartidismo no va a hacer acto de presencia. Ayuntamientos y comunidades muy fragmentados que exigirán virtuosismo para poder pactar sin que los acuerdos pasen factura a los respectivos electorados.
La eclosión de Ciutadans siega la hierba del PP. Y la torpeza con la que ha combatido al partido de Albert Rivera se volvió un boomerang.
Mariano Rajoy se encuentra en libertad vigilada por los barones de su propio partido. Salvo debacle, podrá seguir al frente del Gobierno y del Partido. Perlo los cómodos días de gloria se la han acabado.
Tengo la impresión de que tanto PP como PSOE van a mejorar las expectativas el 24-M. Lo sustancial es quien queda por delante. Luego vendrá una fase política apasionante en los pactos para gobernar ayuntamientos y comunidades. La llave de muchos ayuntamientos y comunidades autónomas la tendrá Ciutadans. Su salida más neutra y eficaz sería apoyar a la fuerza mayoritaria en cada caso. De ahí la importancia para el PP y para el PSOE de quedar en primer lugar.
El entierro del bipartidismo perfecto será el nuevo escenario que será un poco a la italiana. Pedro Sánchez tendrá que manejar los resultados para demostrar que la vuelta del PSOE al escaparate ha llegado para quedarse. Y lo único que tendrá que hacer es seguir creciendo.
Carlos Carnicero