lunes, septiembre 23, 2024
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Hacer una escena

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Comenzó el partido y Casillas seguía bajo los palos. Una por una, todas las imágenes de humillación y desbordamiento que ha protagonizado el portero están ahí, dentro de él, al alcance de sus rivales, del público, metiendo el miedo en el cuerpo de sus compañeros. El partido del Madrid estaba en el dominio de la máscara. Consiste el asunto en menearse lo justo y hacer como si se juega. Representación venenosa que Cristiano ya ha interiorizado. Se necesita en estos casos la ayuda del rival, pero el rival era el Valencia, vestido con el traje regional, y comandaba la nave un excanterano; Parejo, que lleva dentro la hiel de los amantes despechados.

Hubo un disparo a puerta y fue gol. Poco después, hubo otro disparo a puerta, y también fue gol. Eso son los hechos, aunque en España importan más las intenciones, y nadie duda de que Casillas quiere lo mejor para el Madrid. Lo que ocurre es que el Madrid no es exactamente nada. Es algo tan fluido como una ideología o una religión. Y esa sustancia informe de la que están hechos las vigilias y los finales de los telediarios, es fácilmente manipulable por la prensa, que dice hablar en nombre del madridismo (somos viento), siempre en contra de la institución que lo gobierna. Y el madridismo es algo así como el bien común (en realidad lo contrario: el mal original), así que ni siquiera el Bernabéu tiene derecho de conquista sobre sus veleidades.  El Bernabéu, por tanto, se equivoca pitando a Casillas, y el periodista vuelve con la retahíla antigua llena de nombres y heráldica; de mitos en salmuera que se utilizan para crucificar al club en la inercia de los siglos. 

Llegado este momento, Casillas ha perdido lo único que le quedaba: la cara de bueno. Con cara de bueno, mirando hacia otro lado y negando las evidencias, es posible sobrevivir indefinidamente, hasta que la erosión haga su trabajo. Al final del encuentro, cuando sus compañeros saludaban a un público que reconocía el esfuerzo del equipo, Iker se fue raudo y sin saludar, como si escapara del lugar de su castigo. Y el presidente arriba, en el palco, preocupado por que el público no se vuelva contra él, dándole con su inacción valor de ley a las corrientes de opinión que construye la prensa. 

En el análisis de los goles encajados por Casillas, debería haber una comisión que estableciera los que realmente eran parables por el español medio que contesta las encuestas, los que hubiera podido evitar un portero de élite y los inexorables. El primer gol encajado pertenece a la categoría de goles parables por el increíble señor que doblaba las esquinas al andar. Hubiera bastado un pase al frente. En el segundo gol hubo una parálisis provocada por la lesión de Kroos, que sufrió una costalada y se fue por su propio pie. El madridismo se quedó aterido y miró al cielo esperando que cayeran los restos de una civilización alienígena sobre el Bernabéu. Parejo sacó la falta con una rosquita malvada y uno del Valencia cabeceó a placer. La liga era ya una utopía y el Madrid se tiró al monte.

Hasta entonces, sólo una carrera de Chicharito de 50 metros para presionar al portero rival, puso altavoz a los sentimientos del público y provocó una pequeña ola que no llegó a conmocionar el partido. Los dos interiores, Isco y James, le daban al Madrid una salida del balón fácil pero engañosa. Ninguno tenía retorno y bastaba una pérdida para poner al Valencia en la antesala del gol. Chicharito se movía al borde del fuera de juego, como si fuera la línea del mar, pero ni Bale ni Cristiano le acompañaban en sus movimientos. Estaban parados, quietos. Cristiano esperando a la Juve y Bale, esperando el balón al pie. En más de una jugada se abría un horizonte entre el lateral y el central del Valencia, un pasillo por donde colarse el galés. Pero no. Bale se acercaba al balón como si creyera que en los espacios no anida la verdad. Incluso desde la obviedad del balón al pie, estrelló un balón en larguero en una falta y disparó un trueno desde media distancia, que bailó en el aire hasta chocar con la manopla de Alves.

Illarra ejerció de mediocentro desde que Kroos se fuera lesionado, sin volverse loco ni regalar la pelota. Encontró un par de veces a Bale en la intimidad de la mediapunta y anduvo dando vueltas alrededor de Parejo que le toreó cuantas veces quiso. Fue lo más parecido a una buena noticia. No sufrió desmayos y al finalizar el partido tenía pulso. Llegado al final de la primera parte una pelota sobrevoló el área valencianista y atropellaron al galés por detrás. Fue penal y allá se fue Cristiano. Diego Alves, el mata reyes, se le encaró a mitad de camino y le dijo lo de los niños: la vas a tirar por aquí, por mi derecha. Ahí se incendió el cerebro de Ronaldo. Primero pensó en tirarlo por la izquierda, al contrario de como lo tenía planeado. Pero se dijo: no, si hago eso estoy obedeciendo a este hombrecillo, seguiré con el plan previsto y así engañaré a Alves que se creerá que voy a cambiarlo sobre la marcha. A medio camino Cristiano se paró, y ahí telegrafió sus intenciones al mundo entero. Se comportó como un hombre observado por la muchedumbre, que sobreactúa cada paso que da. Tiró mal, a media altura y por la derecha. Alves ni siquiera tuvo que estirarse mucho para parársela. Luego se trastabilló en el remate, tal es el nudo que se le formó en la cabeza.

Quedaba un segundo tiempo sin estrenar para calibrar las ganas, el sentido épico y la fuerza motora de este equipo. Hubo un cambio de laterales y el equipo vibró hacia arriba con un fútbol sin brillo pero con el atavismo suficiente para estrellarse contra la portería. Carvajal le puso un balón a Chicharito que vive entre los huecos que dejan los defensas. Fue un aviso. Otra vez Carvajal le puso en centro a Bale que remató hacia afuera, en un escorzo rarísimo, pero la jugada no moría, el balón voló hacia James y Chicharito estrelló su centro contra las manoplas de Alves. El público se encomendó a ese córner como si fuera una nueva Lisboa y Pepe partió por la mitad la defensa del Valencia con un cabezazo sin remisión. La reverberación del gol duró unos minutos sobre el partido y a base de ganar carreras, rebotes y diagonales improblables, el Madrid tuvo otra oportunidad en la cabeza de Ramos.

Y ahí fue donde todo paró. Parejo comenzó a dar vueltas sobre sí mismo desnortando al centro del campo madridista y, comandaba con suavidad ataques chés que parecían eternos. Cristiano se resguardó bajo palio y no salió de ahí hasta que el árbitro pitó el final. Bale se encontraba con demasiada gente alrededor y olvidado el riesgo, en esos casos descarga la pelota para evadir responsabilidades. El Valencia dominaba el tiempo con lentas triangulaciones y dominaba el espacio que siempre surgía en la zona madridista. Cuando todo parecía destinado a morir, Isco hizo un viaje de ida y vuelta en la media punta, se acomodó el balón con la derecha y clavó el balón en la red sin que mediara aviso. Más allá de lo que le diga a la pelota, esa forma de no tener miedo, de abalanzarse contra el partido, hace que Isco esté ungido de pies a cabeza por el mito.

Comenzó un último partido, de tiempo condensado y dramático y a su vez desesperante por la ausencia de fútbol del Real. Ya sólo quedaban las voces y la tensión que bajaba de la grada. Apenas un centro y continuación que remató Chicharito y las oportunidades rivales, mucho más claras pero sin la contundencia necesaria. No hubo posibilidad de victoria y la gente se quedó pensativa y exhausta. Contra Messi las cuentas que echa el madridista sirven tanto como rezar el rosario para que te bajen los impuestos, así que nadie esperaba ya que la liga se pudiera coronar. El problema es la rareza de este equipo que en breve se puede despeñar contra la Juve. Con una mentira en la base  no hay manera de escribir un relato, y en la azotea a los dueños del gol se les han caído las piernas, o el instinto o se han vuelto desconocidos. La penúltima puerta, espera.

REAL MADRID, 2-VALENCIA, 2

Real Madrid: Casillas; Arbeloa (Carvajal, m. 46), Pepe, Ramos, Coentrão (Marcelo, m. 46); James, Kroos (Illarramendi, m.26), Isco; Bale, Chicharito y Cristiano. No utilizados: Navas, Nacho, Lucas Silva y Jesé.
Valencia: Alves; Barragán, Mustafi, Otamendi, Gayà; Parejo, Javi Fuego, André Gomes (De Paul, m. 77); Feghouli, Paco Alcácer (Negredo, m. 69) y Piatti (Orban, m. 89). No utilizados: Yoel; Cancelo, Vezo y Enzo Pérez.
Goles: 0-1. M. 19. Paco Alcácer. 0-2. M. 25. Javi Fuego. 1-2. M. 65. Pepe. 2-2. M. 83. Isco.
Árbitro: Clos Gómez. Amonestó a Arbeloa, Chicharito, Pepe, Gayá y André Gomes.
Unos 75.000 espectadores en el estadio Santiago Bernabéu.

Ángel del Riego

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