El joven tribuno Albert Rivera, va sobrado. «Sobrao» que diría un castizo. Decir -supongo que sin antes pensar lo que iba a salir de sus boca- que «la regeneración democrática y política pasa por gente nacida en democracia», es una ofensa al buen juicio y un agravio a quienes tenemos memoria del precio que tantos y tantos demócratas de verdad hubieron de pagar para llegar hasta la Constitución del 78. Es probable que se trate de un desliz, porque sería grave que de verdad este joven creyera que pertenece a la quinta de Adán. Hemos tenido ya experiencias en esa dirección: Zapatero, sin ir más lejos. Si Rivera, cree de verdad, que el futuro de la democracia depende en exclusiva de misacantanos del 78, habría que invitarle a qué mire a su alrededor y reflexione sobre lo esencial de lo que tenemos: una democracia consolidada, hecha con sacrificios, esfuerzos y no pocas renuncias por muchos españoles. Algunos -se lo ha recordado Cayo Lara- tras pasar muchos años en la cárcel, condenados a perder vida y libertad, precisamente por luchar contra la Dictadura para traer la democracia. No sabemos lo que habría hecho el joven Rivera de haber nacido treinta años antes, aunque a juzgar por sus primeros pasos en el mundo de la política, no parece que estuviera especialmente preocupado por las desigualdades sociales y las limitaciones del sistema político de aquél entonces. Todos tenemos derecho a cambiar de ideas. Rivera también. Lo que no es aceptable es intentar hacer tabla rasa de la memoria histórica. En la lucha contra la corrupción, empresa tan loable como necesaria, el joven Rivera atesora méritos pero le faltan trienios .Otros muchos antes que él llevan años denunciando los abusos de los poderosos y el uso de la política para allegar la impunidad. Decir la bobada que ha dicho delata un exceso de apresuramiento, de soberbia urgida de una cura de humildad. Ahora, gracias a los errores del PP y al buen trato que está recibiendo en algunos canales de televisión, Ciudadanos el partido que preside, está en la cresta de las expectativas electorales. Pero la política es tornadiza, es un arte teatral que depende del humor de los espectadores y en consecuencia es tributaria de impulsos y sentimientos muy inestables. Lo que hoy te dan, mañana te lo quitan. Y, los errores se pagan. Son cosas que debería tener en cuenta nuestro impaciente tribuno.
Fermín Bocos