No sé si vamos a tener bastante con la reflexión de una jornada; tal y como están las cosas yo propondría dos días de reflexión por lo menos para que el personal medite y todos tomemos la decisión que nos parezca más correcta. Y es que nos acercamos al «día D» tan llenos de promesas imposibles, de difusos programas, de nuevas formaciones que uno termina hecho un lío y conviene tener las cosas más o menos claras.
A Ciudadanos les ha caído el sambenito, hábilmente pensado, eso es verdad, de ser la marca blanca del PP pero otro tanto podría decirse de Podemos y el PSOE, sobre todo de este Podemos que poco tiene que ver con aquel de hace seis meses: ahora resulta que son socialdemócratas como se hubieran definido a sí mismos -según Pablo Iglesias- Marx y Engels si en su momento se le hubiera hecho esa pregunta. No voy a disentir yo, pobre aprendiz, de la opinión de todo un profesor de Política, pero disiento y como se trata de algo que nunca sabremos, no merece la pena seguir por ese camino.
Aquí cada uno va acomodando su discurso según se acerca la fecha y cada medio va publicando sus sondeos que, para variar, se acercan más a los deseos del propio medio que seguramente a una realidad aséptica imposible por otra parte de lograr cuando las opciones con posibilidades se han multiplicado y, además de los nacionalismos, aparecen los dos de siempre, PSOE y PP acompañados por Podemos, Ciudadanos, UPyD e IU. Claro que para estos dos últimos las cosas pintan peor, pero ahí están y todo lo que se diga antes de saber los resultados se va a deshacer como un azucarillo a la hora de la verdad, a la hora de reunirse y pactar apoyos más que coaliciones. Por eso pasa lo que está pasando en Andalucía, que nadie quiere descubrir sus cartas. Las prisas como estrategia es lo que tienen, que te puede salir el tiro por la culata del «NO» y debe ser bastante chungo no conseguir ni siquiera la abstención, pero así están las cosas.
¿Y qué puede ocurrir el próximo lunes? Pues desde mi punto de vista nada catastrófico. Solo hay dos opciones que parecen probables. La primera es que a la hora de la verdad, cuando el ciudadano pilla la papeleta y la mete en la urna, se imponga en cierta medida la prudencia de lo conocido a la aventura de lo por conocer; dicho de otra manera: que ni Podemos ni Ciudadanos alcancen la cantidad de votos que la mayoría de los sondeos les otorgan de forma que el PP y el PSOE mantengan -aunque castigados- mayorías importantes. Lo que sí parece es que hará falta pactar y tampoco hay que ser un genio para predecir que -marcas blancas aparte- los más cercanos son PP y Ciudadanos lo mismo que PSOE y Podemos con IU mirando desde el fondo del armario. Olvídense de Andalucía que arreglará las cosas después del 24M.
El problema que tenían en la izquierda era la prepotencia de Podemos, pero su discurso se ha moderado tanto que las líneas rojas que les separaban de la «casta» y algunos disparates de su programa económico podrían dejar de ser un obstáculo insalvable para un posible entendimiento con el PSOE. Y por el centro derecha, otro tanto: hay muchas cosas en las que Ciudadanos y el PP confluyen pero les distancia que el partido de Génova se conforme con haber pasado un paño suave sobre la corrupción sin de verdad desatascar la cañería por las que se filtra el olor de las cloacas. Y encima están todos contra todos.
Al menos estas elecciones serán distintas y más distinto aun el proceso posterior para formar los gobiernos municipales y autonómicos. Es bueno que de alguna forma se haya medio roto -solo medio roto- el bipartidismo y la incógnita es saber cuánto puede durar esta nueva situación que ha obligado a los grandes mastodontes a dejar de mirarse complacidos el ombligo.
Andrés Aberasturi