domingo, noviembre 24, 2024
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Gobernabilidad

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Llegamos al pasado domingo 24 con el convencimiento de que los electores españoles se dividirían más que en tiempos recientes, pasando así España de un bipartidismo imperfecto, al existir otros partidos menores, a un “polipartidismo” (el bipartidismo ya es pluripartidismo…) también imperfecto por la misma razón. Polipartidismo constituido por dos formaciones políticas tradicionales, PSOE y PP, y dos recién llegadas, Ciudadanos y Podemos, que han engordado absorbiendo voto de los dos partidos principales. Los sondeos nos hablaron de que entre estos cuatro partidos se llevarían aproximadamente el 80%. ¿Tetrapartidísmo?

Aunque los sondeos sólo indican tendencias, y el resultado de este domingo puede haberlas confirmado, o no, resulta evidente, de todos modos, que en estas elecciones autonómicas y municipales (y en las generales por venir) los electores españoles deseaban refinar y matizar su voto al ver la posibilidad de poder elegir en el conjunto nacional a más de dos partidos sin desperdiciar su sufragio. Esta situación también incide en los feudos donde hay partidos nacionalistas.

Este lunes, hemos pasado de las posibilidades a la realidad, de las especulaciones a la certeza. ¿Y ahora qué? Elegir a los representantes autonómicos y municipales del país constituye sólo la atribución segmentada del poder a diferentes partidos que han de conformar la gobernabilidad del país. Ahora al nivel autonómico y municipal, pronto al nacional tras las generales. En fin de cuentas, de lo que se trata es de que gobiernen aquellos que mayor confianza han recibido lo que no implica, forzosamente, que gobierne la lista más votada. Lo imprescindible es la gobernabilidad del país en todos sus niveles. Para ello es imperativo que los partidos, viejos y nuevos, sepan pactar mayorías viables y estables.

Si alguna ventaja tiene el polipartidismo es el del necesario entendimiento posterior a las elecciones de las fuerzas políticas que deben abandonar entonces su prevalente interés partidista para modularlo con el general. Los partidos, de siempre y nuevos, tienen que responder a sus promesas, ciertamente, pero deben también saber sacrificarse por la gobernabilidad, por el interés general. La paralización de las instituciones o jugar a la inestabilidad de las mismas sería inaceptable.

Tendremos que acostumbrarnos a otros tiempos políticos postelectorales en la mayoría de los casos. Puede que haya que considerar semanas, o más, como un intervalo necesario para que los representantes políticos elegidos puedan ponerse de acuerdo para un programa de gobierno conjunto. Con el polipartidismo esto es algo normal que hay que aceptar. Basta con mirar a otras partes de Europa para comprobarlo y constatar que ello es la consecuencia de la ausencia de dos fuerzas políticas  predominantes que se turnan en la gobernación de las Instituciones.

Ahora tocan coaliciones de gobierno, compromisos post electorales en las cámaras autonómicas y municipales, y, también, dejar gobernar cuando no se tiene la entidad para hacerlo. Todo tendrá su precio político pero este ha de ser razonable y no debe ser pretexto para sumirnos en la ingobernabilidad. El pactismo, una cultura muy sana que ya se practicó durante la Transición, debe ser ahora el protagonista esencial y necesario, cualquiera que hayan sido los resultados electorales. Pactos para tener municipios y autonomías eficientes, compromisos que, necesariamente, se situarán ya en la antesala de los acuerdos por venir a nivel nacional para gobernar el país pero, asimismo, para transformarlo constitucionalmente, para hacerlo más justo, para hacerlo más convivible, para transformarlo, también, territorialmente.

Desde hace ya algo más de una década están planteadas reformas constitucionales necesarias, cada día más perentorias. Las cuestiones se han ido acumulando. Sucesión de la Corona, transformación del Senado en cámara territorial, un reparto más claro y transparente entre las competencias del Estado central y de las Autonomías, una mejor definición de los municipios y de sus funciones, unas garantías para la sanidad y educación públicas, una financiación mejor distribuida, una relación Estado-Iglesia coherente con la aconfesionalidad constitucional son, entre otros, temas que deben de ser abordados por los ciudadanos y sus representantes.

Debe prevalecer el pactismo ausente durante tanto tiempo, muy especialmente durante estos últimos años. No se puede seguir metiendo en un cajón los temas espinosos para ver si así se olvidan o se solucionan solos.

Espectáculos como el de Andalucía tras las recientes elecciones autonómicas tampoco son de recibo. Ciertamente todavía están en los plazos necesarios para no tener que repetir esas elecciones, pero pasadas las municipales ha llegado el momento de que pacten unos y otros tanto a nivel autonómico como municipal. Los partidos andaluces, especialmente los tres que no pudieron ganar la elección de marzo, no deben seguir encerrados en dinámicas filibusteras. Como en toda España, son tiempos de entendimiento y de concesiones. Es la mejor preparación para las próximas elecciones generales. De lo contrario, el barco se irá al garete.

Carlos Miranda

Embajador de España

Carlos Miranda

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