Querido y respetado elector: después de esta campaña electoral, tan diferente a otras, he puesto mucha atención a los resultados electorales, a su decisión y a la de todos los electores. La verdad es que andábamos todos confusos: los políticos, los sociólogos, las agencias demoscópicas y… seguramente también ustedes. Si hubiera un partido de los indecisos, seguramente habría ganado las elecciones. Pero los mensajes han sido muy claros y le garantizo que tomo nota.
Durante muchos años, los partidos y sus representantes nos hemos estado mirando el ombligo, cuidando más a los que decidían las listas electorales, los programas, todo, en lugar de mirar a los ciudadanos, sus intereses, sus preocupaciones… La cosa funcionaba razonablemente bien. La sociedad civil parecía dormida y conforme, o resignada, con esta situación y los dirigentes políticos nos creíamos a salvo de todo. Hasta que llegaron la crisis y los descontentos alzaron su voz y se organizaron. La crisis ha obligado a tomar medidas duras, que no siempre hemos explicado -ni bien ni mal- y los ciudadanos se han rebelado. Durante algún tiempo nos han dicho ustedes, por activa y por pasiva, que no aceptaban más esta situación. Y tampoco hemos sabido responder.
Ahora no hay más remedio que hacerlo. Hemos entendido su mensaje. Muchos de ustedes han votado con la nariz tapada y otros han decidido tirarse al monte para castigar nuestros errores. Respeto a unos y otros y a todos agradezco su voto. No sé si hemos puesto en peligro la democracia con nuestros errores, pero sé que se ha terminado una forma de hacer política y vamos a tener que gobernar de otra manera. Incluso donde hay una mayoría suficiente para gobernar, los partidos están obligados a dialogar, a buscar acuerdos con otras fuerzas, a escuchar el sentir de las mayorías y de las minorías. Diálogo frente intolerancia. Escuchar al ciudadano frente a la dictadura de los partidos. Poner a los ciudadanos en el centro de todas las políticas en lugar de ser nosotros el centro único.
Hay que poner controles internos y externos y eliminar radicalmente cualquier sospecha de corrupción. Expulsar a todos los que en los partidos sabemos que están en el borde de la honradez. Definir una serie de asuntos -educación, justicia, sanidad, inmigración, empleo, políticas fiscales- en los que debe haber políticas de Estado, pactos para dar estabilidad. Gobernar para todos, escuchando a todos. No pierdan la esperanza. Vamos a cambiar. Tenemos seis meses para demostrarlo.
Atentamente,
(*) Carta de un supuesto candidato a sus votantes, apenas conocidos los resultados. Ya veremos si la imaginación responde a la realidad.
Francisco Muro de Iscar