Del resultado de las elecciones autonómicas y municipales hay un aspecto muy interesante, y este es el cambio generacional que se ha producido con la llegada de Podemos y Ciudadanos a las instituciones. Un cambio que ha llegado para quedarse, independientemente de cuál sea el resultado de su gestión en los próximos cuatro años, que habrá que analizar detenidamente según sea su comportamiento y según las medidas que vayan tomando, que supongo van a estar ligadas a la situación que se van a encontrar en las instituciones cuando levanten las alfombras, cuando revisen los contratos firmados a última hora por los políticos salientes, cuando constaten la situación en los colegios, en las residencias, en los hospitales, en todos los sectores de la economía que se alimenta de lo público y de los impuestos de los ciudadanos.
Un cambio que conecta con las necesidades de la gente, de los jóvenes especialmente, pero también de un país que ha pasado de tenerlo todo a que muchos trabajadores vivan en la indigencia total, sin expectativas de presente y de futuro, debido a unas medidas que se ha demostrado no han servido más que para enriquecer a los que ya tienen mucho y para empobrecer a una clase media que ha sido, ya no lo es, el sostén de la economía pese a las numerosas crisis por las que hemos atravesado desde que en España se instauró la democracia.
Un cambio (de Podemos y Ciudadanos) que conecta con las necesidades de la gente
Intentar parar este relevo generacional inculcando el miedo, haciendo declaraciones tan disparatadas y estrambóticas como las que ha hecho la presidenta de la Comunidad de Navarra, no demuestra más que el pánico que algunos dirigentes tienen a perder el poder, a volver a la vida civil, a abandonar el coche oficial para tener que cogerse el metro o el autobús.
Recuerdo que cuando el PSOE ganó las elecciones en 1982 fueron muchos de esos a los que se le llena la boca hablando de patriotismo que se llevaron su dinero a paraísos fiscales, que auguraron todo tipo de desgracias y tropelías: nacionalización de la banca, persecución a los ricos, de los funcionarios, de los militares. Nada de eso ocurrió, el problema llegó cuando unos pocos desaprensivos se apropiaron de los dineros públicos, mientras sus dirigentes miraban hacia otro lado. Algo parecido a lo que le ha ocurrido al PP en Madrid, en Valencia, en Baleares, y en tantos otros lugares, lo que demuestra lo malas e insanas que son las mayorías absolutas, que impiden que el resto de los partidos puedan vigilar y fiscalizar a quién ostentan el poder.
Es cierto que los pactos no van a ser fáciles pero no imposibles siempre y cuando todos estén dispuestos a ceder su parte del pastel. Ya que de que se entiendan o no, dependerá el futuro de nuestro país.
Rosa Villacastín