Se está comprobando que no basta con obtener votos para poder gobernar. Las elecciones del 24M lo indican de manera concluyente y así será mientras no se produzcan los cambios legislativos necesarios que eviten o minimicen los acontecimientos que estamos viviendo.
Lo complicado de la política es cuando todo es verdad. Es verdad que el PP continua siendo el partido más votado de España. En el recuento objetivo ha ganado después de dejarse por el camino algo mas de dos millones de voto, que no es poco.
Es verdad que el PSOE se consolida como fuerza primera de la izquierda, pero no es menos cierto que sus resultados, su numero de votos, ha sido un mal resultado. Ha perdido 700.000 votos sin hacer un solo recorte. No ha recogido ni uno de los que se le han ido a quien pretende sustituir. No es que el PSOE haya ganado, es que el PP ha perdido. Se ha dado una buena bofetada. Y se les nota. Los populares se sienten devastados y Rajoy sabe que, ahora sí, no tiene más remedio que planear un auténtico sudoku para afrontar las generales de manera bien distinta. Un porcentaje muy alto de ese 35% de abstención son gente suya a los que aún está a tiempo de recuperar.
No es que el PSOE haya ganado, es que el PP ha perdido
El PP tiene motivos para la preocupación. Es difícil imaginar una revuelta interna a lo grande, pero Rajoy -solo el puede hacerlo- debe reconducir la situación cuanto antes. Los socialistas, que no han ganado las elecciones, sino que han perdido votos, tuvieron la inteligencia política de en la misma noche electoral salir como triunfadores. Y no, no lo son pero como si ha conseguido «expectativas» que en política, a veces, tienen más valor que los propios votos.
Sería absurdo, infantil, que el PP se mostrara contento pese a ser la primera fuerza. Va a perder poder municipal y autonómico y sabe que el panorama político ha cambiado sustancialmente. También el partido, la actitud, el discurso tendrá que cambiar.
Al PP no le hacen falta propuestas imposibles como las de Esperanza Aguirre. No, mejor el realismo y dejar que los demás muevan ficha porque todos se han conjurado para desalojarles incluso en donde han sido la lista más votada. A la cabeza de esa estrategia tan legítima como la contraria, se ha colocado el PSOE que desde el minuto uno dijo que con el PP ni ha heredar. Y no engañó, pero si asume un riesgo que algunos socialistas, poco a poco y sin ganas de meterse en líos, ya comienzan a advertir.
Pablo Iglesias no tiene un pelo de tonto. Su referente a vencer es el Partido Popular. Al PSOE quieren sustituirle y si algo no va a permitir Podemos es que los ciudadanos visualicemos al PSOE como el líder del cambio. El cambio de verdad son ellos y los socialistas, si se avienen a sus condiciones, sus «acompañantes» hasta el punto de que Iglesias ya ha advertido que nunca entraran en un Gobierno presidido por un socialista. Quienes hemos pedido flexibilidad a Susana Díaz comenzamos a entender sus resistencias.
Ciudadanos tampoco quiere entrar en gobierno alguno. Consideran que sería algo así como el abrazo del oso y ponen condiciones e incluso etapas de negociación. Ambos, Ciudadanos y Podemos están en situación de poner condiciones. En el fondo tienen la sartén por el mango, aún cuando el bipartidismo continua sumando la voluntad de algo mas de la mitad de los ciudadanos que acudieron a votar.
Hace bien el PP en estar preocupado. Tiene sobrados motivos para ello, pero cuesta entender el derroche de alegría y satisfacción de los socialistas porque sus expectativas solo serán verdad si pactan y asumen condiciones de quienes hasta hace nada eran «populistas» quienes, a su vez, ya se han encargado de recordar que son «un partido a la baja». Y es que así es la política. El triunfo en votos se convierte en derrota política y la pérdida de los mismos, genera expectativas de poder. Y una cosa y otra tiene consecuencias.
Charo Zarzalejos