La credibilidad, dice Mark Twain, no se recupera una vez que se pierde. Aunque no son sinónimos, credibilidad y confianza sustentan un maridaje imposible de disolver: si no crees, no confías.
La virtud de ser creíble y, por lo tanto, confiable, está estrechamente vinculada a la conquista del éxito y a la felicidad. Se hace difícil, por no decir imposible, que un ser humano incapaz de ganarse la confianza de los demás, logre obtener laureles en el camino de los sueños.
Hoy comparto algunas maneras de actuar que mantienen a salvo nuestra credibilidad y hacen posible la confianza de los demás en nosotros.
-Al hablar, debemos estar seguros de lo que afirmamos o negamos. De lo contrario, podemos pecar de charlatanes. Como sugiere un proverbio hindú, cuando hables, procura que tus palabras sean mejores que el silencio.
-Nunca mentir. Esgrimir la verdad por dura o dolorosa que sea, aceptarla y asumir la responsabilidad que de ella emana. La sinceridad nos hace persuasivos y confiables.
-Cumplir todo lo que se promete. De no poder hacerlo, por razones justificadas, nunca presentar reparos a la hora de dar explicaciones o disculpas.
-No criticar o hablar mal de una persona ausente. Decir las cosas de frente, con intensidad moderada y sin ofensas.
-Aceptar los puntos de vista negativos que los demás puedan tener de nosotros, y analizarlos. Si discrepamos, evitar crear un ambiente hostil y mucho menos una discusión irracional.
-Apelar al don de la prudencia. No hacer valoraciones a priori.
-Estar dispuestos a escuchar, sobre todo cuando tenemos la convicción de que nuestro interlocutor es un ser competente, que sabe lo que dice y, por ende, transmite confianza y es creíble. Nunca aprendemos más que cuando escuchamos.
-No dejarnos dominar por prejuicios filosóficos, raciales, políticos o religiosos. Respetar el punto de vista del otro, por muy diferente que sea del nuestro. Respetar a nuestros semejantes es una muestra de que confiamos en ellos, y la confianza genera confianza.
Pero… para gozar de la credibilidad y la confianza de los demás, ante todo, debemos creer y confiar en nosotros mismos, sentirnos seguros, sin temores, conocer al detalle nuestro mundo interior, las capacidades y las limitaciones que nos definen como seres humanos únicos; vivir persuadidos de los verdaderos propósitos que nos hemos trazado en la vida.
Ismael Cala