lunes, noviembre 25, 2024
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«¿Qué más puede pasar?», me pregunta. «Muchas cosas» le respondo

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Escribo desde Valencia, donde me encuentro realizando un trabajo profesional. A mi interlocutor, un ex alto cargo de la Generalitat, le acaban de telefonear: han detenido al delegado del Gobierno en la Comunidad Valenciana, Serafín Castellano, por un presunto caso de corrupción consumado cuando Castellano era 'conseller'. Mi interlocutor, persona a la que considero intachable, se dedica ahora a la empresa privada; puede que hasta haya abandonado la militancia en el Partido Popular, al que fue siempre fiel, y se echa las manos a la cabeza: «Dios mío, ¿qué más puede pasar?». Le digo que, por supuesto, aún pueden pasar muchas cosas: y, por si lo dudaba, ahí está el rebrote judicial, y mediático, del 'caso Bárcenas'.

Hace dos días, una junta directiva del PP valenciano registró la petición inédita de media docena de alcaldes 'populares' para que dimita Rajoy. Naturalmente, se les ha hecho poco caso a estos regidores municipales (casi ex, porque la mayoría han perdido las elecciones), porque Rajoy ya ha dejado muy claro a su círculo íntimo, y a los no tan íntimos, que él piensa seguir, que se presentará a las elecciones generales y que, además, las ganará. Por mucho que se propalen rumores que hablan del disgusto que círculos empresariales y financieros tienen con la situación que se ha generado con el 24-M en general y con la actuación de Rajoy en la campaña, y tras ella, muy en particular. Porque ese disgusto existe y ha dado pie a mucho oleaje, dentro y fuera del PP, donde se preguntan por qué Rajoy, que sigue pensando que lo está haciendo bien, pierde el apoyo de los otrora aliados.

Lo cierto es que en el partido del Gobierno cunde la sensación de que existe un frente de 'todos contra el PP', comenzando el bombardeo por la secretaría general del partido, en manos de María Dolores de Cospedal, que se pasa el día desmintiendo –fuera de micrófonos, eso sí– especies: que si se va de la dirección del partido, que si le han ofrecido el ministerio que dejará vacante José Ignacio Wert. La 'rebelión de los barones', de algunos 'barones', especialmente del castellano-leonés Herrera, tampoco ha ayudado mucho a aquietar las aguas, precisamente. La verdad es que no estoy del todo seguro de que la reacción de Rajoy a todo esto –dicen que va a 'hacer cambios' en el elenco ministerial y en la dirección del PP: ¿cuántos cambios? ¿cuándo?¿con qué talante?– vaya a tener el alcance, la profundidad y el valor que la situación requiere.

Y tampoco es mucha la tranquilidad en los otros partidos: dicen que Pedro Sánchez salió de su encuentro con la presidenta andaluza (en funciones), Susana Díaz, profundamente contrariado: la 'lideresa' socialista le ha dado donde más le duele, en esa negativa tajante a pactar con el Partido Popular, sea bajo la circunstancia que fuere. Me consta, y lo he escrito bastantes veces antes de la 'cumbre' Sánchez-Díaz, que son bastantes los 'notables' socialistas –especialmente los de la 'vieja guardia', parece que comenzando por el propio Felipe González– que consideran un serio error este veto 'a priori' a cualquier pacto con el PP: puede que, ante las elecciones generales, Sánchez saque rédito a esta postura, sin embargo tan inconveniente a la hora suprema de los pactos, entre otras cosas para facilitar la investidura de la presidenta andaluza. Es, qué duda cabe, un serio obstáculo en las aspiraciones del secretario general del PSOE para llegar a La Moncloa esa ya no disimulada hostilidad existente entre él y la presidenta de la federación con más poder y votos, es decir, Susana Díaz.

Es el caso que el marco que envuelve los pactos, las conversaciones –¡si hasta Rajoy se va a encontrar con Pablo Iglesias!– y los contactos no puede ser más inestable y hasta pintoresco: Iglesias y el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, son los 'novios' más solicitados en estos momentos y me aseguran que a sus teléfonos llegan las ofertas más curiosas, audaces y desvergonzadas, sin que ellos hayan dado, hasta el momento, una respuesta definitiva a tirios o a troyanos. Pero esta incertidumbre, que mina la seguridad jurídica, que paraliza inversiones y consumo y que no es buena para nadie, no puede, por eso mismo, durar ya mucho más tiempo: dense de una vez los puñetazos que haya que dar encima de las mesas que corresponda y ciérrese ya, cuanto antes, esta etapa de chalaneo, de ocurrencias, de perplejidad de los ciudadanos, que parecen ser los que menos cuentan a la hora de que nuestros responsables hilvanen el futuro, 'su' futuro, por lo visto.

Fernando Jáuregui

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