El PP sólo se ha acordado de Santa Bárbara después de reducir los beneficios sociales del país y de aventajar a muchos pudientes y compinches de tal manera que cuando estalló la caldera calentada a tope con leña consumidora de clases medias y humildes ni siquiera el PSOE, denigrado e insultado desde siempre, ha podido contener toda la ira de los despojados.
Mismo maltrato con otros políticos. Tras menospreciar a Manuela Carmena en la campaña electoral hasta faltar a la verdad acerca de su acceso a la judicatura, a la que llegó por oposición, tuvo Esperanza Aguirre que rectificar reconociendo que Carmena era juez como Dios manda, como diría la gente bien de toda la vida.
Al parecer, Aguirre se había documentado con una noticia inexacta de hace veinte años del ABC. A más de uno se le caerán los palos del sombrajo al descubrir que ni siquiera el vetusto diario monárquico es infalible. ¡Pobres inocentes! De paso, Espe pareció despreciar a todos los jueces del llamado cuarto turno que está reservado a “juristas de reconocido prestigio”, como dice la Ley. Otra cosa son las opiniones de Carmena, discutibles y negativas en muchas cosas, pero no en todas. Son sus políticas las eventualmente criticables, no la dignidad de quien arriesgó su vida luchando contra el fascismo. Pocos son los políticos de su generación aún en activo que pueden presentar esta credencial.
Tras las elecciones del 24 de mayo hay quienes en la derecha parecen querer calentar el ambiente con fraseología propia de los años treinta. También algunos a la izquierda del abanico. En el lado conservador cuando por justicia o, al menos, por caridad cristiana tuvieron la oportunidad de sacar de las cunetas a los asesinados por el franquismo para que reposen sus restos dignamente se permitieron el lujo de acusar a Zapatero de revivir la guerra civil. Los asesinados por los republicanos hace tiempo que, generalmente, acabaron bien enterrados porque los suyos vencieron. La justicia y la caridad cristiana sólo son bien entendidas según convenga.
La crisis económica no la inventó ZP, vino de fuera. Cuando a Zapatero no le quedó otro remedio que iniciar la austeridad en 2010, Rajoy se lo criticó duramente afeándole la erosión de conquistas sociales y prometió el oro y el moro en las elecciones generales de 2011 para ganarlas. Luego incumplió sus promesas argumentando la «herencia recibida». ¡Como si no conociese el testamento desde antes de las elecciones!
Zapatero pudo equivocarse al no reconocer la crisis a tiempo pero tomó luego medidas económicamente necesarias que Rajoy censuró antes de endurecerlas tras llegar a la Moncloa. ZP intentó algún paliativo con planes de obras públicas. Rajoy se mofó. Ahora descubre que su austeridad despiadada ha abierto la caja de los truenos y que los desvalidos que confiaron en él tras desconfiar del PSOE le dan la espalda siguiendo a flautistas marxistas encantadores. Ya veremos lo qué pasará cuando los músicos desafinen que es lo que acabará ocurriendo si mantienen sus irrealistas partituras económicas, generalmente de corte griego o bolivariano.
Si quienes apenas pueden mantener una vivienda cualquiera, ni tienen para mandar a sus hijos a colegios u hospitales privados, o que dejan de cobrar el paro, entienden, además, que la sanidad pública empeora y que la educación pública no mejora hubiera sido de extrañar que muchos de ellos no se dejaran encandilar por hábiles embaucadores de variados pelajes de la extrema izquierda que presumen ahora de haberse desvinculado artificialmente de Podemos. Sus culpas tendrán los socialistas, pero el PP debiera de hacer examen de conciencia acerca de sus políticas sociales. No será porque no se hayan oído en la plaza los oportunos avisos.
El PSOE se ha renovado tras el palo que recibió en las pasadas elecciones europeas. ¿Suficientemente en calidad y contenido? Estará quizás por ver, pero con su forma de practicar política el PP sigue tan sólo como casi siempre lo ha estado, un gran error suyo. Su actual fracaso también subraya la soledad de un Rajoy abandonado por barones haciéndose el harakiri y conminándole a mirarse en un espejo que bien podría ser el de la madrastra de Blanca Nieves que afirmaba que había otra más guapa. El PP debiera enterrar esta generación política y aupar una que sepa tender puentes.
Entretanto, las desilusiones, la depauperación y los cambios generacionales unidos a la rampante corrupción han promovido a Ciudadanos y a Podemos, vírgenes en casi todo por poco tiempo y que pretenden quedarse. No es el momento de rasgarse vestiduras. Es hora de hacer política, democrática, honrada y lealmente a cuatro bandas esencialmente, aunque no únicamente, pensando en el bien de una España enmarcada en la Unión Europea.
Carlos Miranda
Embajador de España
Carlos Miranda