domingo, noviembre 24, 2024
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Recuerdos de Guinea

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Llama la atención que en la literatura española sean tan escasas las obras que se ocupan de Guinea Ecuatorial. Hay algunas memorias sueltas, un puñado de novelas y poco más. Otra cosa es, naturalmente, la literatura guineana en español que, aunque mucho menos conocida que las literaturas africanas en otros idiomas europeos, dispone de toda una serie de obras, incluidas las poéticas, no sólo meritorias sino sobre todo recomendables para el lector inquieto, como son las de Raquel del Pozo Epita, esa poeta en perpetua búsqueda de sus raíces perdidas, o las novelas de María Nsué Angüe y de Juan Balboa Boneke.

Cuando uno piensa en las obras sobre Guinea, tal vez lo primero que se le viene a la cabeza es el recuerdo del vasco Manuel Iradier, el joven explorador que siguiendo las consejos del conspirador Stanley, tras una fugaz entrevista en Madrid, se lanza acompañado de su mujer a explorar los ríos del continente y la isla de Fernando Poo. Iradier dejó un libro en el que relata ese viaje y también el segundo, realizado nueve años más tarde, cuando consigue establecer las bases de la futura soberanía española tanto en el continente como en la isla. Sobre Iradier se han escrito también algunas novelas y libros recomendables, como los de Ramón Jiménez Fraile y Ángel Martínez Salazar.

Otras novelas se ocupan de temas históricos más o menos documentados, como la rendición, a finales de la primera guerra mundial, de las tropas alemanas del Camerún a nuestras autoridades coloniales, aprovechando el estatus de neutralidad española. También hay algunas narraciones que se centran en la labor, a veces meritoria, de médicos y misioneros españoles.

Se trata, sin embargo apenas de un puñado de obras, poco distribuidas y peor conocidas, cuya escasez contrasta con la abundancia y la gran popularidad de las narraciones africanas existentes en otras lenguas europeas. Uno no puede sino asombrarse al comparar esas pocas novelas españolas con la enormidad de narraciones portuguesas de temática africana. Cierto es que tampoco son comparables ni las extensiones ni la población de las antiguas posesiones portuguesas en África con el reducido tamaño de la que fuera Guinea Española. Sin embargo, cuando uno comprueba no sólo la calidad literaria e histórica, sino también el éxito de novelas como las de Miguel Sousa Tavares, se pregunta si no será el momento de que por fin surja un nuevo autor, ya sea en España o en Guinea Ecuatorial, y narre con la profundidad y calidad necesarias esa historia compartida entre los dos países que es lo que nos enriquece tanto a guineanos como a españoles.

Ignacio Vázquez Moliní

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