Los resultados de las últimas elecciones municipales y autonómicas no dejan lugar a dudas: los ciudadanos han optado por la pluralidad. El Partido Popular que gobernaba en casi todas las instituciones ha perdido 4.500 ayuntamientos; la mayor parte de las diputaciones y aunque fue la lista más votada también está en puertas de desalojo en media docena de comunidades autónomas. Por encima de otras causas el análisis de los resultados arroja una conclusión: los ciudadanos han castigado al partido no tanto por su gestión en el ámbito local o regional como por la actuación del Gobierno central. Ha sido el repudio a la «marca PP» lo que ha propiciado la pérdida del poder en ayuntamientos y autonomías. Salvando las distancias, hace cuatro años el PSOE pasó por un trance similar cuando perdió las elecciones a resultas del rechazo generado por Zapatero. De hecho aquel estigma todavía le sigue pasando factura al partido que hoy dirige Pedro Sánchez. En el caso del PP han sido algunos de los barones regionales (Herrera, Rudi, Bauzá) quienes han puesto palabras al malestar de fondo que se detecta entre los cuadros medios populares. Tienen la sensación de haber pagado facturas que no eran suyas. Aunque el factor determinante de la pérdida de la mayoría ha sido el descrédito que apareja la corrupción. No el relato reiterado de los casos de corrupción -como en un alarde de ceguera diagnostica Mariano Rajoy- si no la corrupción misma. Los ciudadanos están hartos del río de escándalos en el que se ha convertido la crónica de la actualidad política. Ha sido ese hartazgo el que ha dado alas a los nuevos partidos políticos: Podemos y Ciudadanos.
Cada uno en su registro -uno por la izquierda y el otro por el centro- han encontrado suelo sobre el que germinar allí donde han fallado PSOE y PP. En el caso de los populares, además les ha hecho daño el llamado discurso de la recuperación económica. En esencia por tratarse de una verdad a medias puesto que si bien la macroeconomía ha recuperado el pulso, en el mundo de las pequeñas y medianas empresas y los autónomos -que constituyen el 80% del tejido empresarial-, todavía se sigue sufriendo la crisis. Por último, pero no lo último, hay un factor que también explica el castañazo que se han llevado los populares. Tiene que ver con la personalidad de Mariano Rajoy, un líder que como se ha pudo apreciar a lo largo de la campaña, no empatiza con la gente, no despierta simpatías. Ultimamente, ni siquiera entre los suyos.
Fermín Bocos