Mientras se escenifican los consabidos ritos de apareamiento entre PSOE y Podemos, mayoritaria suma de grupos de izquierda en ayuntamientos y comunidades autónomas pasados por las urnas del 24-M, el vicesecretario general del PP, Carlos Floriano, vuelve a avisarnos de los peligros que puede acarrear al sistema la presencia de fuerzas populistas de extrema izquierda en los grandes ayuntamientos españoles. Como si fueran los bárbaros del siglo XXI.
No ha sido el único. Como en el poema de Celaya, las urnas del 24-M anuncian algo nuevo y lo viejo se resiste a retroceder. Antes que Floriano, la aún alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, ya riñó a los electores que se dejaron seducir por la frescura de Mónica Oltra y sus camisetas. Y luego nos advirtió sobre la necesidad de firmar un pacto de Estado frente al radicalismo.
Pero quien se ha llevado la palma como avisadora del comunismo que viene ha sido la candidata a la presidencia de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, quien ha llegado a construir una maliciosa asociación argumental entre la candidata de Ahora Madrid, Manuela Carmena, y el proyecto frustrado de convertir a España (años treinta del siglo pasado) en un satélite de la Unión Soviética. Así nos invita a sospechar que eso es una asignatura pendiente de Carmena, a la que Aguirre acusa de querer romper el sistema democrático y occidental.
Eso fue cuando quería formar un bloque «de centro» con PSOE y Ciudadanos para frenar a la exjueza. Pero es que al día siguiente, al ver que los eventuales compañeros de viaje no compartían sus temores de que Carmena fuere un caballo de Troya de la conjura judeo-masónica, Esperanza Aguirre propuso hacer un gobierno de todos, incluso con Carmena, siempre que ésta se comprometiese a impedir la constitución de soviets en los distritos municipales de la capital de España.
Con estos antecedentes, no sorprende la extravagante agitación de los últimos días entre sectores de la ultraderecha. En realidad se han echado a la calle para defender lo mismo que defienden Floriano, Barberá y Aguirre. Lo último ha sido la concentración de un grupo ante la sede del PSOE el lunes pasado. Aunque no creo que representen al PP, se echa de menos una condena expresa de estos cuatro trogloditas por parte de la dirección oficial del partido.
Cuarenta y ocho horas antes ya se había producido otra algarada semejante en la plaza de Colón de Madrid. Ambas con el mismo objeto: impedir como sea el salto de Manuela Carmena (Ahora Madrid, con Podemos dentro) a la alcaldía, en reñida competencia con la candidata del PP. En la convocatoria previa se hablaba de exigir a los socialistas un pacto con el PP para hacer alcaldesa a Aguirre. Si además los antecedentes inmediatos nos remiten al peligro del comunismo que viene, hay sobrados motivos para que los responsables del partido se sientan aludidas por la conducta de estas criaturas venidas del túnel del tiempo.
Antonio Casado