Que no se engañe nadie: todos y cada uno de los pasos que se dan estos días en los diferentes partidos políticos están pensados solo y exclusivamente para diseñar el futuro, qué es lo mejor de cara a las elecciones de noviembre. En su actitud actual se ve no solo la grandeza de los políticos que supuestamente trabajan a servicio de los ciudadanos, sino que se demuestra también cómo tienen ordenada su cabeza.
En el Psoe, históricos y un buen porcentaje de no históricos reconocen su decepción por la decisión de Pedro Sánchez de pactar con Podemos. El secretario general socialista quiere poder municipal y autonómico para asentarse como líder y ganar las generales, y los que no están de acuerdo con la jugada creen que el partido saldrá escaldado de sus pactos con los antisistema. No es la primera vez que cosechan un sonoro fracaso tras pactar con quien no deben, aunque el pacto no suponga gobernar en coalición, sino solo apoyos. Pero quien apoya exige, y cuando las exigencias van en contra de lo que pretendían los votantes, se pierde un terreno considerable.
En Podemos y sus múltiples nombres se advierte que unos candidatos, listos, recogen velas y se apuntan ahora a la chapa y pintura -arbolitos, limpieza, actividades culturales light- para no asustar al votante de cara a noviembre; los más burdos, en cambio, insisten en los principios que han defendido desde el primer momento, más en línea con Monedero que en la que pretende Iglesias, que ahora se presenta como un angelito que cumple todos los requisitos de hombre de Estado.
PP y Psoe cambian cromos en Andalucía aunque en público lo niegan los dos partidos. Pasará lo que tenga que pasar, porque aparte de esas negociaciones, que las hay, hay otras. De Ciudadanos con Psoe, de Podemos con Psoe –no porque le guste a Susana Díaz- y de PP con Ciudadanos. Pero socialistas y populares han hablado de la situación ciudad por ciudad. El PP da por perdida Sevilla, Zoido no sacó gran diferencia a su rival socialista Juan Espadas, pero en cambio el PP aspira a mantener Jerez –difícil-, Marbella y Córdoba. Y, por supuesto, Cádiz, donde además el equipo de Susana Díaz tampoco ve con buen ojo que pueda ser alcalde José María González, Kichi, pareja de Teresa Rodríguez, líder de Podemos en Andalucía. Y es que en Podemos se da mucho lo de aupar a las parejas, aunque luego acusan a otros de nepotismo.
Pero estas historias son nada comparadas con el tsunami del PP. El empeño lógico de todos de conseguir como sea que el gobierno madrileño sea para Cristina Cifuentes ha obligado al propio Rajoy a “mojarse” y empujar para que Salvador Victoria y Lucía Figar anunciaran su dimisión como consejeros. Un caso curioso, porque los dos habían dicho públicamente, antes de la imputación, que abandonaban la política, y se esperaba que lo hubieran hecho de inmediato al ser imputados, para no ser un escollo en las negociaciones de Cifuentes con Rivera. Pero no dieron el paso. Total, solo tenían que adelantar quince días su salida del gobierno. Los que hacen política de futuro estaban muy pendientes de esta operación. Si Cifuentes es elegida finalmente presidenta del gobierno regional de Madrid con el apoyo indispensable de Ciudadanos, a medio plazo será la presidenta del PP madrileño sustituyendo a Esperanza Aguirre, pues hay una norma no escrita de que un presidente de gobierno regional es presidente del partido; como bien sabe Alberto Ruíz Gallardón, que en tiempo maniobró para que Aguirre no fuera elegida presidenta del PP madrileño. Y si Cifuentes es presidenta del PP en Madrid, entonces sí se habrá acabado definitivamente la carrera política de Esperanza Aguirre.
En cuanto al partido, los rumores son muchos y de todo tipo. Solo dos certezas: más que de nombres, los cambios que ha anunciado Rajoy serán de reestructuración interna, con un nuevo modelo de trabajo en la dirección. Y con Pablo Casado dentro. Al presidente le ha gustado su forma de trabajar como portavoz en la campaña electoral.
Pilar Cernuda