En ciertos ambientes políticos de la derecha política y económica dicen que hay preocupación por la deriva izquierdista del país, amplificada por los pactos locales y autonómicos entre el PSOE y otras fuerzas situadas a su izquierda. De hecho, el propio presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, acusa al líder de la oposición, Pedro Sánchez, de virar hacia lo que llama la izquierda radical -otros hablan de extrema izquierda-, algo que ve con preocupación.
Preocupación es una palabra que repite y repite la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría. Para ella la preocupación es para España, no solo para el PP. Para los socialistas, la preocupación se reduce al PP, en la medida que se ve hundido, en retirada y en descomposición, en palabras del secretario de Organización del PSOE, César Luena. Lo cierto es que no es habitual en la Europa más desarrollada un entorno tan a la izquierda, pero tampoco es habitual en esa misma Europa tanto desempleo, tanta pobreza y tanta desigualdad. Las urnas han traducido de alguna manera lo que pasa en la sociedad española.
Es crueldad extrema explicar la crisis afirmando que todos vivimos por encima de nuestras posibilidades
Quienes se sienten preocupados quizá tienen la solución en su mano: gobernar de otra manera para corregir muchas cosas. Algo va mal. Hay preguntas que se hace a menudo la prensa alemana sobre España a las que desde Madrid no se da respuesta. Botones de muestra de esas preguntas serían las siguientes: ¿es viable el actual Estado español?, ¿existe una oligarquía de partidos en connivencia con las oligarquías financiera y económica?, ¿es realmente independiente el poder judicial?, ¿funcionan los reguladores de la competencia?, ¿representan los diputados a los ciudadanos o más bien a los partidos que los ponen en una lista?, ¿tiene sentido que una cuarta parte de la economía española sea sumergida*?
El aumento del endeudamiento de empresas y familias y, como resultado, de los bancos y las cajas de ahorros tuvo que ver con la abundancia de liquidez en pleno boom inmobiliario, el descenso de los tipos de interés y la escasa percepción del riesgo. Ahora, volver a la normalidad consumirá años, por lo que tardará en alcanzarse un nivel normal de deuda, con la repercusión negativa que eso tiene en términos de inversión y de crecimiento, basado en un nuevo modelo económico que está por definir. Por tanto, antes de volver a invertir habrá que pagar lo mucho que se debe. Pero como sostiene el catedrático Xaquín Álvarez Corbacho, es crueldad extrema explicar la crisis afirmando que todos vivimos por encima de nuestras posibilidades. Porque no es cierto. Es más, millones de personas pueden decir bien alto que las causas del desaguisado no van con ellas. Los mercados financieros globalizados, las grandes empresas constructoras, bancos y cajas de ahorros, así como gobiernos e instituciones de control financiero son los obligados a dar explicaciones. A los asalariados y al resto de la población. Con declararse preocupados no van a arreglar la preocupación, sea solo suya o sea compartida por una parte de la clase media.
José Luis Gómez