lunes, noviembre 25, 2024
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La religión del agua

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Se llegaba a la final por un túnel donde sólo había una luz. La Juve estaba muerta y aupar a Morata a hombros para que naciera una dialéctica, sonaba a crueldad, a esperpento. Ni siquiera la prensa quiso. Pero son italianos, los señores de siempre, un fútbol que nunca se ha entendido en España, país ideológico hasta los tuétanos. Hemos visto el perfil de Buffon en las monedas con las que se compró Esparta, y a Pirlo, que nunca fue joven, ganar una copa del mundo rodeado de hienas de cómic, sin edad, parsimoniosas y rayadas, con los ojos brillantes repartiéndose la carroña. Salieron al campo y les esperaba el increíble estruendo de la afición. Canto nacional el del Barça. Canto modulado y misterioso el italiano. Al otro lado el silencio, es decir, Messi, que se rasca la cabeza. El niño de agua en la ceremonia. Quien lo descifre morirá antes de tiempo.

Comenzó el fútbol y la Juve presionaba alto, con decisión. Tantas veces hemos visto esto contra el equipo de Leo, que mueve a compasión. Mascherano no anda fino y es córner. Nada, claro. Con Suárez de pivote en el primer palo y Piqué como tótem en el centro del área nunca pasa nada. A Morata le sientan bien los aires italianos, la barba, la caída de hombros. Parece que tiene un plan. Vuelve la pelota al Barça y la Juve se desordena sola. La tiene Messi por primera vez, zigzaguea por terreno de nadie, una franja en el centro del campo extrañamente solitaria. Le da a la palanca y sale un pase enroscado  buscando a Alba que se la da de primeras a Neymar. Jugada ensayada, de NFL, que se repetirá un par de veces en el partido. Neymar con su elasticidad de trapecista controla y espera, pues no es capaz de quebrar la muralla. Y llega Iniesta. Escoltado por dos italianos, por donde le dicta su inteligencia, deja ese rastro de siempre en las finales. Controla, avanza bajo el fuego, donde solo le alcanza a él y a Messi y descubre que Rakitic había acudido a la cita. Gol del Barça, del nuevo fichaje que obedece órdenes y gana finales. Para el mundo todo había acabado y el madridismo se dedicó a la cábala y el lamento. Los italianos se encogieron de hombros. Ahora empezaba su final.

El ataque masivo del Barça, desordenado, mutante, provoca en la Juve la pérdida de respeto por el escenario

La Juve salía con el balón controlado por los laterales, evitando el centro, donde Busquets y leo guaran, apoyándose en los desmarques de Morata. El Barça estaba extrañamente pasivo, con la pasión justa, esperando que le lloviese el balón a los de adelante pero sin agitar el árbol para conseguirlo. Había un cierto desorden propiciado por las andanzas arbitrarias de Messi y una sensación de muerte en cada ataque del Barcelona. Al otro lado queda la zancada del ex-madridista, que ya no pide perdón cuando encara al contrario y sacó del campo a Mascherano y Jordi Alba cuando se midieron con él. Una combinación sana y natural de Messi, Neymar y Suárez, la sacó Buffón con una mano en la nada. Todos parecían estar de acuerdo con lo que pasaba en el campo, la Juve en su resistencia y el Barça con su lentitud exasperante en el centro del campo y todo lo que ocurre cuando la pelota traspasa el espejo del área. La final estaba desarticulada. Como todas las emociones estaban puestas en Messi, y este tenía un día raro, el resto del campo sufría un desplome permanente. Le llegaba el balón a Leo y este se paraba. Sentado en una silla, lejos del mundo, silenciaba al estadio y la imaginación de los jugadores echaba a andar. Pero no pasaba nada. Devolvía el balón a un compañero y seguía merodeando por el campo. Una vez que el balón dejaba de ser Messi, la Juve respiraba e iba por la pelota. Busquets e Iniesta la escondían pero no lo suficiente. El problema era Pirlo que está mayor para el fútbol y en la edad ideal para dar el salto a la política. La cadena de pases que acababa en el espacio de Morata, iba un segundo por detrás de lo necesario para herir. Pero Morata sacaba las jugadas con una limpieza sorprendente, lejos del jugador que desconchaba las paredes en el Madrid. Le sirvió un par de balones a Tévez que pudieron ser el inicio de algo más serio. No fue así. El argentino no jugó con el destino de cara y la soldadura de la jugada en tres cuartos que también afinaba su equipo, era desbaratada por Piqué y Mascherano sin miramientos.

Llega el final de la primera parte con el partido deshilvanado y las emociones muy contenidas. El Barça parecía esperar que se abriera la tierra y apareciese ya no Messi, si no la jugada de Messi. Y ahí estuvo en el último minuto, el estelar. Leo hizo su jugada para los niños del mundo pero al otro lado no había honrados bilbaínos, había defensores de verdad. Le cerraron los caminos y la última gambeta la hizo un metro fuera del terreno de juego. 

En el comienzo del segundo tiempo se aprecia una mayor presión de los azulgranas. La Juve comienza a tirar balones por la borda y su salida del balón se convierte en un arma para el contrario. No tienen los pies los italianos para hacer una coreografía en su campo, y Pirlo no aparece en plano hasta el final de la secuencia y solo le toca mirar. Los jugadores de ataque del Barça comienzan a volar por encima de sus pares. Tiene una el argentino en la que va utilizando a sus compañeros de pared hasta que entra en el área por la puerta grande. Sale el balón muy alto por una esquina y es extraño. Quizás sea el influjo de Buffon, su penúltimo aliento. Pero este ataque masivo del Barça, desordenado, mutante, provoca en la Juve la pérdida de respeto por el escenario. Pogba se va hacia arriba y hay una franja clara en la media punta  con superioridad manifiesta bianconera. Falta el gesto letal, abandonados como están por Tévez, y ese gesto lo pone Marchisio. Un taconazo al espacio y el pase de la muerte del lateral. Ahí está el argentino que se saca un latigazo repelido por Ter Stegen y el balón queda suelto en el área, precintado para la gloria o la nada. Y llega Morata. Y es la gloria.

A partir de ahí, la Juve se viste con ropas de campeón y rompe un código italiano. Se va por el partido con todo lo que tiene, pone el corazón en cada acción y desprecia la resaca de la jugada. Los cánticos de la Juve llenan el aire del partido. Todo parece posible. La realidad está quebrada y sólo hay que dar con la puerta para acceder al otro lado. El niño Messi está sonado y deambula con la ropa que le prestaron los mayores. Las bandas del Barcelona están heridas y por ahí entra la Juve hasta el final. Pogba cae en el área, parece penalti y todos están confusos y emocionados. Vidal se pone muy nervioso, y así te resbalas en el hielo. Es el pico de la Juve, alejada de los cánones de su país, feliz por ser protagonista y, por fin!, ser tratado injustamente. Ganar y ser víctima, qué ocasión. Pero solo es un empate y ya está todo condensado para que Messi rasgue la cortina. 

La Juve atacaba con una desesperación auténtica y el Barça oteaba la victoria en cada contra

Fue una recuperación alta, como siempre, y Messi que se echa a correr a tumba abierta con los italianos desandando el camino hacia su tumba. Casi se la quitan, pero eso da igual con Leo y dispara regular, al centro y muy duro. A Buffon se le cae el halo y en el rebote el rey es Suárez, que viene de cara y lleva toda la vida rebañando el plato. Le sacude una hostia plena al balón, que entra por la escuadra como los goles importantes. Y grita. Grita mucho porque sabe que acaba de ganar la final.

La Juve ataca con una desesperación auténtica y el Barça otea la victoria en cada contra. No existe la finura y el centro del campo es una cordillera desde la que se enfila con saña la portería rival. Cada parte del campo es un tobogán para alegría de los niños, los imparciales y los inocentes. Salta Xavi y apenas se nota, pero los minutos hieren a la Juve que pierde la claridad y se enreda en el final en caminos muy distantes a los del área.

Ganó el Barça, un equipo con un desorden aparente porque depende de los caminos de Messi, y que controla las emociones sin controlar la estructura del encuentro. No le hace falta. No lo busca. Tiene una respuesta diferente para cada amenaza y al final todo confluye en Leo, que se encoge de hombros cuando sale del campo. Al final, la certeza es suya.  El mapa del encuentro ha sido un desplegable de lo que sea que lleva por dentro. Así es la ley en los últimos tiempos.

FICHA TÉCNICA: 

Juventus, 1-Barcelona, 3

Juventus: Buffon; Lichtsteiner, Barzagli, Bonucci, Evra (Coman, 89); Marchisio, Pirlo, Pogba, Vidal (Pereyra, m. 79); Tevez y Morata (Llorente, m. 85). No utilizados: Storari; Ogbonna, Padoin y Sturaro.

Barcelona: Ter Stegen; Alves, Piqué, Mascherano, Alba; Rakitic (Mathieu, m. 91), Busquets, Iniesta (Xavi, m. 77); Messi, Suárez (Pedro, m. 96) y Neymar. No utilizados: Bravo; Rafinha, Bartra y Adriano.

Goles: 0-1. M. 4. Rakitic. 1-1. M. 55. Morata. 1-2. M. 68. Luis Suárez. 1-3. M. 97. Neymar.

Árbitro: Cüneyt Çakir (Turquía). Amonestó a Vidal, Pogba y Suárez.

Lleno en el Olympiastadion: 74.244 espectadores.

Ángel del Riego

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