En la política, quien repudia las etiquetas acaba delatando su ambigüedad. Y eso, en el proceloso mundo de los partidos, supone correr un riesgo. El que se cierne sobre Ciudadanos, un partido que llevaba diez años operando en Cataluña pero es un recién llegado en el resto de España. A ésta jovencísima formación que obtuvo un meritorio cuarto puesto en número de votos en las elecciones del 24M (6,5%) se le están arrimando aspirantes (populares y socialistas) a gobernar comunidades y ayuntamientos. Es el comodín en el juego de reparto de poder que, calendario en mano, debe finalizar en los próximos días. Ahí es dónde Ciudadanos se la juega. Sus estrategas (Rivera, Aguado en Madrid, Marín en Sevilla) han diseñado un modelo de pacto que podríamos denominar de «geometría variable». Plantando encima de la mesa un pliego en el que se dice que la línea roja se establece a partir de la presencia de imputados en las listas, todo lo demás es negociable. Eso les conduce a apoyar a Cristina Cifuentes (PP) en Madrid y a facilitar la investidura de Susana Díaz en Andalucía. En otros lugares: La Rioja, Castilla y León se suman al PP, mientras que en Valencia su posición es confusa. Al igual en que en Andalucía dónde han pasado de plantear como innegociable la renuncia de Chaves y Griñán a sus actas y ahora están dispuestos a dar por bueno que Díaz exigiría esa renuncia caso de que, finalmente, el ex presidente Manuel Chaves fuera imputado por el Tribunal Supremo. No ha trascendido qué más pide Marín a cambio de apoyar a Susana Díaz, en cuyo entorno, por cierto, se acumulan las noticias de detenciones de personas cercanas a la Junta por casos de presunta corrupción relacionados con los fondos de formación. El apoyo a Cifuentes es mucho más clásico: la candidata del PP a presidir la Comunidad de Madrid les ha ofrecido la vicepresidencia del gobierno regional. Si lo aceptan habrán entrado en el juego tradicional del trueque. Si venían a regenerar, están empezando mal. Tan mal que puede que sus electores (en un porcentaje alto antiguos votantes del PP o del PSOE, hoy desencantados), les vuelvan la espalda en las próximas elecciones generales. Rivera y los suyos se la juegan en estos pactos. Si creen que pueden cabalgar al tigre, es probable que acaben devorados. Empiezan decirlo algunas encuestas.
Fermín Bocos