El FMI ofreció ayer sus previsiones y sus opiniones. Y se armó el escándalo. Vaya por delante que el organismo no es santo de mi devoción. Unas veces para mal y otras para bien sus recetas no dejan indiferente y sus previsiones no suelen cumplirse. Hay muchas de sus actuaciones para olvidar, pero más recientemente es complicado no pensar cómo pasó de puntillas por la mayor crisis que ha vivido occidente. Nada sobre burbujas, nada sobre productos tóxicos y nada sobre un sistema financiero enfermo y cuya explosión nos arrastraría a todos. Ahora, en su último informe, señala una previsión de crecimiento para la economía española del 3,1 por ciento este año 2015. Cierto que el FMI alaba las reformas que ha puesto en marcha el gobierno de España, pero cree que no se deberían parar y pone el acento en el retroceso que podría sufrir el proceso de recuperación la inestabilidad política o la difícil gobernabilidad tras las próximas elecciones generales.
EL FMI hace recomendaciones en materia fiscal y laboral, algunas por cierto en los programas, por ejemplo de Ciudadanos, y en línea con las propuestas de nuestros más ilustres economistas liberales. No entiendo muy bien la que se ha armado. El FMI viene recomendando lo mismo desde hace mucho tiempo. Y no dejan de ser recomendaciones. El Gobierno tiene que cumplir las obligaciones marcadas por la Unión Europea y hará o no hará caso de estas recomendaciones. El mercado laboral está funcionando. Podría funcionar mejor con el contrato único. Pues es polémico. Para mí lo más interesante del documento del FMI no es sólo la constatación de que la economía española va por mejor camino que años atrás y que ha conseguido romper con la reforma laboral la rigidez del mercado laboral. Pero, también le ha dado la vuelta a otras magnitudes menos populares como la balanza exterior, cuyo déficit llegó a suponer el 11 por ciento del PIB. También aumenta la productividad. Lo más interesante para los ciudadanos es que tomemos nota, y no sólo lo ha dicho el FMI, del peligro de retroceder, de tirar por la borda los esfuerzos, si en generales nos encontramos con un gobierno que cambie el rumbo y el tren descarrile después de años de esfuerzos.
Carmen Tomás