lunes, noviembre 25, 2024
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La Fundación Carlos de Amberes

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Saben mis amigos, aunque la mayoría no se crea una palabra, que cuando hablamos de la vorágine de la ciudad, de las prisas absurdas que nos llevan sin descanso de un lado para otro y de esos nervios tan a flor de piel que, a la menor contrariedad, saltan como resortes desencajados, uno sigue defendiendo a capa y espada, incluso en este Madrid caótico en el que padecemos castigos inmerecidos, la existencia de lugares en los que la calma es la tónica y el sosiego la regla.

Son sitios, no tan escasos como el lector pueda pensar, donde se conserva ese principio esencial de la convivencia, tan sencillo y sin embargo tan olvidado, que es el respeto al otro. Son sitios donde nadie empujará para pasar primero, donde levantar la voz demostraría que ese patán chillón se ha equivocado de lugar, donde se pasan las horas tranquilas y con provecho, donde además no hay televisores encendidos que nadie mira y cuyo sonido sólo sirve para añadir todavía más ruido al ambiente ya de por sí cargado que se padece en la mayoría de los locales públicos de la otrora pacífica y civilizada capital de España.

Uno de estos lugares mágicos, auténticos oasis donde el espíritu fatigado por las innumerables penurias cotidianas puede detenerse y recuperar las fuerzas perdidas, es la Fundación Carlos de Amberes, situada en la calle Claudio Coello.

La Fundación se creó, ni más ni menos, que en el año 1594, con el muy loable propósito de prestar su asistencia a los necesitados. Hoy continúa con esa labor. Pone a disposición de todo el que necesita paz y sosiego el refugio y la calma de sus instalaciones, donde el madrileño al borde del desquicio o el forastero desorientado por el estrépito circundante, pueden por fin respirar tranquilos y disfrutar de algo tan extraordinario como es contemplar en soledad un cuadro adquirido directamente al gran Rubens, el Martirio de San Andrés, para ornato del altar del antiguo Hospital de los Flamencos en Madrid.

En las demás salas de la Fundación, el lector curioso podrá disfrutar durante los próximos  meses, de obras magníficas depositadas hasta que concluyan las obras de remodelación del Museo de Bellas Artes de Amberes. Además de otros cuadros de Rubens, puede disfrutarse con toda calma de obras de Tiziano, van Orrley, Brueghel el Viejo, van Alsloot, van Dyck, además de dos tapices extraordinarios: El triunfo del tiempo, de 1501, perteneciente a una colección particular, y Los funerales del rey Turno muerto por Eneas, de 1510, propiedad del Patrimonio Nacional.

Haga caso el lector, no como mis amigos, y disfrute con la asiduidad necesaria de este remanso de paz que los azares de la Historia han hecho que milagrosamente llegue hasta nosotros tan encomiable Fundación.

Ignacio Vázquez Moliní

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