En política, lo que parece, es. Por eso, recién constituidas las nuevas corporaciones locales y visto el panorama en su conjunto: la primera impresión es que, pese a ser el partido más votado, el PP ha perdido las elecciones. Desde luego ha perdido mucho poder. Tanto como para que sus dirigentes estén preocupados. Algunos incluso lo han dicho abiertamente. No así el Presidente del Gobierno que sigue instalado en un discurso anfibológico que no parece el más adecuado para animar a sus deprimidos seguidores. Anuncia cambios con tal desgana que trasluce que le cuesta tener que hacerlos. Y dice que no va a cambiar de políticas cuando es evidente que los ciudadanos en las últimas ocasiones que han tenido para hacerse oír (elecciones europeas y ahora las locales y autonómicas) le han dado al PP un serio repaso. Instalado en la burbuja de La Moncloa y rodeado de asesores que llegan y se van en coche oficial y manejan informes macroeconómicos le resulta muy difícil entender lo que está pasando en la calle. Esa incapacidad se refleja en el tuit que colgó el sábado por la tarde dando la enhorabuena a los concejales del PP que habían sido elegidos y lamentando que no hubieran podido ser alcaldes «por pactos excéntricos y sectarios». Está claro que Mariano Rajoy no se ha enterado de que en España lleva tiempo incubándose un cambio. Cambio en las percepciones de la gente acerca del valor de la política y de cuál debe ser el papel de los políticos. La crisis empobrecedora que ha dejado a tanta gente en la cuneta ampliando las líneas de exclusión y las subidas de impuestos que han laminado a las clases medias han alumbrado un nuevo tipo de elector. Entre las tribus de la izquierda y en las de la derecha. El indignado que pasa de ocupar las plazas a votar para que cambien los regidores de la cosa pública los busca en listas alternativas al PSOE y a IU. Y el votante conservador de toda la vida que está cabreado con el «marianismo» o se queda en casa o vota a Ciudadanos. Dicen por Madrid que Rajoy (y Narciso Michavila, su nuevo arúspice) confían en que ante la embestida de Podemos y afines, les entre el miedo y vuelvan a votar al PP. De ahí la campaña desarrollada en los medios afines. Yo no estaría tan seguro. La gente está harta de promesas que no se cumplen y de casos de corrupción a los que llegan antes los jueces que los responsables del partido. Los más lúcidos están preocupados y tienen motivos para estarlo.
Fermín Bocos