Ha tardado. El parto ha sido largo, pero ha alumbrado una criatura con diferencias sustanciales respecto a la anterior, aunque algunos se empeñan en no ver los cambios, que son profundos. A poco que se analicen y se conozca mínimamente el partido, se advierte el calado de la jugada.
Cospedal pierde fuelle con cinco vicesecretarios y uno de ellos encargado de la comunicación, lo que significa que tendrá menos oportunidades para ser la portavoz tras las reuniones de la ejecutiva… que presidirá Rajoy. Continúa Arenas porque Rajoy necesita alguien con experiencia y capacidad de negociación para lidiar con Artur Mas ante su desafío independentista, y entran en la cúpula del PP dirigentes regionales que sin duda van a ser las caras del futuro, las del relevo generacional. Levy en Cataluña –Camacho probablemente regresará al Congreso de los Diputados-, Maroto en un País Vasco en el que Arantxa Quiroga no acaba de cuajar, y Maíllo en Castilla y León, donde Herrera ha tirado por la calle de en medio sin resolver el problema sucesorio.
Él optaba por la hasta hora alcaldesa de Zamora Rosa Valdeón, pero no había consenso. La cosa está ahora entre Valdeón y Maíllo y su vicesecretaría va a pesar mucho en la decisión final. En cuanto a Moragas, tan cuestionado, al que muchos importantes del PP detestan por su inconmensurable poder y por la forma en que aparta a Rajoy de todo lo apartable, será uno de los que se ocupe de coordinar gobierno y partido. Labor indispensable a la que el presidente no ha dado ninguna importancia. Hasta ahora. Como tampoco dio importancia a la relación con la gente, como ha reconocido finalmente en su comparecencia ante la plana mayor de su partido.
Un ministro de Felipe González, de los buenos, de los que ha ocupado varias carteras, decía días atrás que Rajoy ha hecho bien dos cosas de extraordinaria importancia: acometer la lucha contra la crisis económica y plantar cara al proceso independentista catalán. Pero no ha sabido explicarlo, no ha sabido venderlo. Pues eso. Por no saber explicarlo, o no dar importancia a que tendría que explicarlo, ha perdido dos millones y medio de votos el 24 de marzo. A ver como los recupera de aquí a cinco meses. Cambia el equipo del PP, pero el tiempo vuela.
Falta ahora el segundo parto de los montes, el del Gobierno. Mejor no hacer pronósticos después de que tantos se hayan columpiado tanto los últimos días. Echan la culpa al presidente, pero no la tiene. Anunció cambios antes del verano, y también que habría reunión de la dirección del PP el jueves, y nada más. Lo demás fue especulación. Los que sabían algo no decían nada, o simplemente no cogían el teléfono. Los que nada sabían fueron los que lanzaban nombres como si estuvieran en la pomada. Suele ocurrir.
Por tanto, mejor no hacer pronósticos sobre ministros y ministrables. Solo un dato. Hace quince días se daba por seguro que Wert sería embajador ante la OCDE, noticia de la que hemos dado cumplida referencia – muy crítica- en esta columna, porque ni es diplomático ni justifica el cargo que su mujer haya conseguido un cargo en esa institución que la obliga a vivir en París. Pues bien, Wert ya ha comunicado a algunos amigos que le han dicho que finalmente el puesto no es para él.
“El PP en Cataluña está cerrado por reformas”, advertía días atrás a esta periodista un importante empresario de allá. Habla mucho con el presidente, y debió comentarle lo mismo, porque Rajoy da pasos relevantes al designar a Andrea Levy para una vicesecretaría. Lo de Cataluña, cuenta un colaborador del presidente, no quita el sueño a Rajoy porque nada le quita el sueño, pero le preocupa mucho. Muchísimo. Y siente que Durán i Lleida se haya quedado fuera de juego.
Últimamente estaban distanciados, era Soraya Sáenz de Santamaría la que se entrevistaba con el todavía portavoz parlamentario. Pero ahora, con la ruptura de CiU, Moncloa se encuentra sin nadie de confianza a través del que se podían enviar mensajes al siempre díscolo Artur Mas. Un problema añadido. Del que tendrá que ocuparse Javier Arenas.
Pilar Cernuda