El «y tú, más», tan característico de la tradicional clase política española, parece haber llegado al paroxismo con el asunto de los «tuits» y de las declaraciones canallas y extemporáneas de unos y de otros. Lamentablemente, buena parte de la sociedad había votado otra cosa. En Madrid, sin ir más lejos, mayoritariamente a la decencia, a la pulcritud y a la racionalidad encarnadas en la persona de la nueva alcaldesa, por lo que éste enfangamiento, éste aquelarre del «y tú, más», no sólo representa un insoportable «dejá vu», sino que pudiera marchitar en los madrileños la ilusión por un tiempo nuevo, libre de la égida del PP y de los que, aun pregonándose distintos, parecen ser, en el fondo, como él.
Más lamentable es, en esta gresca tabernaria desatada en la capital, que por la importancia y la proyección nacional de la plaza, la opinión pública, bombardeada por la carcunda, meta en el mismo saco a todas las candidaturas populares, de renovación, de izquierda, que han obtenido el gobierno en tantos lugares, grandes y pequeños, y que desde el minuto uno están dando muestras de sensatez, de decisión, de ecuanimidad y de competencia. Diríase que Esperanza Aguirre no sólo le hizo la lista electoral a Cristina Cifuentes, sino también a Manuela Carmena, tan favorable está resultando ésta para sus intereses. Para ser neófitos, vienen algunos de sus miembros, los que han de regir la ciudad, cargados de pasado.
Es cierto que en la ciudades pequeñas y en los pueblos, donde todo el mundo se conoce y hay un mayor control social, las personas votan a las personas, en tanto que en las grandes, en un Madrid por ejemplo, casi nadie sabe, en puridad, a quién está votando. Al votante del PP parece no importarle, pues vota al PP con lo que lleve, pero la exigencia de calidad personal y de rectitud es mayor en los demás, que por eso la mayoría votó a Carmena, y no tanto a los desconocidos de la gran urbe que se van conociendo. «Y tú, más». No, hombre. Se trata de «yo, nada» o, rebajando mucho, «infinitamente menos».
Rafael Torres