La agresividad del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, contra el líder del principal grupo de la oposición, Pedro Sánchez, reapareció en la sesión de control al Gobierno. De nuevo, por cuenta del salto de la izquierda alternativa a los gobiernos municipales de grandes ciudades como Madrid, Barcelona, Valencia y Zaragoza, gracias al apoyo directo o indirecto del PSOE, al que tanto en Moncloa como en Génova se acusa de haber perdido la centralidad.
Por enésima vez desde que el recuento electoral del 24 de mayo anticipase una inminente pérdida del apabullante poder territorial del PP, Rajoy insistió este miércoles en señalar a Pedro Sánchez como el gran responsable de radicalizar a su partido y de entregar los grandes ayuntamientos a grupos populistas de extrema izquierda. Pensando en esos nuevos gobernantes, responsabilizó al líder socialista de los «espectáculos» que «ya están dando en Madrid» los concejales de esos grupos, por sus antecedentes de gamberrismo político y sus fogonazos digitales.
Y también por enésima vez respondió Pedro Sánchez que lo ocurrido en las investiduras de los nuevos alcaldes, según el juego de alianzas impuesto por las afinidades y la matemática electoral, se ajusta estrictamente a las reglas de la democracia.
Detrás hay un cálculo de Sánchez no exento de riesgo: que el PSOE acabe colonizado por Podemos
Es verdad que estos nuevos ediles han querido marcar distancias con la «casta» ya durante la liturgia del relevo. Algunos de sus gestos rayan en la provocación. Y eso es como si el invitado mease en el jardín. El problema es que los sectores conservadores no ven como invitados a los concejales de Carmena, de Colau o de Ribó. Los ve como intrusos. Y eso revela un pensamiento escasamente tolerante con quienes se han ganado el las urnas el derecho a canalizar la indignación ciudadana y a intentar mejorar la vida en las grandes ciudades. Ojalá lo consigan. Por el bien de la gente. Y hasta que sepamos realmente si merecieron o no los votos recibidos, lo suyo es esperar y ver. No ponerse la venda antes de que se haya hecho la herida.
El apoyo del PSOE a plataformas que se han quedado con el gobierno municipal de grandes ciudades (Podemos es uno de sus componentes) encierra una apuesta de cambio respecto a las condiciones creadas durante cuatro años de formidable poder territorial del PP. Es absurdo esperar de Pedro Sánchez una apuesta por la continuidad en nombre del respeto a la lista más votada. Eso ha de conjugarse con la gobernabilidad, que en los sistemas de elección indirecta no depende tanto del voto popular. Como de la aritmética de corporaciones o asambleas parlamentarias, una vez constituidas.
Evidentemente detrás hay un cálculo de Pedro Sánchez no exento de riesgo: que el PSOE acabe colonizado por Podemos. También puede ser al revés: que el PSOE colonice a Podemos. Y ese es el objetivo de Sánchez: liderar desde la izquierda el cambio que está pidiendo a gritos la sociedad española.
Antonio Casado