Se enfadaron los dirigentes de la Asociación de Perfumería cuando alguien dijo, desde los aledaños de La Moncloa, que los cambios propiciados por Rajoy no iban a ser meramente «cosméticos». La Asociación reivindicaba el valor de lo cosmético, y hasta ha conseguido una entrevista con un alto cargo para recibir las correspondientes disculpas. Es lo anecdótico, lo casi increíble, de una situación en la que, en verdad, las modificaciones introducidas por el dedo de Rajoy en el organigrama de su partido son entre anecdóticas y menos que cosméticas. La situación pide grandes cambios, y el presidente del PP y del Ejecutivo central responde con retoques en los que más que cambiar añade lastre.
Digo esto independientemente de la valía de las nuevas incorporaciones. A alguno de los que entran, como Pablo Casado, le conozco y valoro sus indudables cualidades de cercanía y su buen talante. Lo mismo digo del incorporado Javier Maroto, que perdió injustamente la alcaldía de Vitoria merced a pactos 'contra natura'. A otros, que se quedan, también los conozco de antiguo, y no estoy seguro de que los valore en la misma medida. Pero, para mí, la clave estaba en el mantenimiento o no de María Dolores de Cospedal en la secretaría general; su falta de sintonía con algunos de sus vicesecretarios -que siguen- era, es, patente. Sus diferencias con la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, legendarias. He escuchado opiniones muy duras, dentro del Partido Popular, sobre la última trayectoria de la 'general secretaria'.
La clave estaba en el mantenimiento o no de María Dolores de Cospedal
Oportunidad perdida de propiciar una mudanza a fondo en un partido que ya no es ni siquiera una maquinaria electoral adecuada. Colocar al jefe del Gabinete presidencial, el diplomático Jorge Moragas, hombre de la máxima confianza de Rajoy, al frente de esa maquinaria ha causado más que revuelo en las filas 'populares', hasta donde yo he podido consultarlo. ¿Es de veras Moragas el hombre sobre cuyos hombros ha de recaer tan pesada responsabilidad? Pronto podremos comprobarlo.
Y luego está la parafernalia del anuncio de este que me atrevería a llamar, con el debido respeto, parto de los montes. Un cambio de tono menor. Rajoy sigue sin entender la comunicación. Sigue refugiado en la que él cree rentable lejanía. No consigo, como puede verse, ocultar mi decepción, aunque cierto es que tampoco esperaba mucho más. Este es apenas un primer paso, timidísimo, en busca de la regeneración de un partido que ya se ve que empieza a estar caduco no por los pies, que cambian y bailan, sino por la cabeza, que sigue inmóvil, creyendo que lo mejor es no mirar ni a derecha ni a izquierda.
Fernando Jáuregui