Una no sabe si es que estamos ya cerca de la fiesta del Orgullo Gay o que la llegada del verano no sólo hace que la gente se destape por fuera sino también por dentro. Boris Izaguirre y el juez Fernando Grande-Marlaska (más de uno estará en contra de estos apellidos) nos han hecho este fin de semana reveladoras confesiones sobre su amor por los hombres.
El primero, como siempre mucho más explícito, incluso reveló que se ha planteado el cambio de sexo «porque está muy de moda y por probar una nueva dimensión». Vamos, como si fuera una cosa igual que el tirarse en paracaídas o el «balconing», también muy de moda en esta época.
Tan diva él, Boris precisó que sólo le confiaría esa delicada operación al cirujano de los famosos, Enrique Monereo, o al de Bruce Jenner, el hombre que ganó la medalla de oro en el Decatlon de los Juegos Olímpicos de 1976 en Montreal, que se cambió el nombre de William por el de Caitlyn.
¿Se pondría Boris el nombre de su adorada Letizia? ¿Optaría más por otros más aristocráticos como Cayetana? Lo único que sabemos, por él, por supuesto, es que si apostara por el cambio sería «una mujer muy puta, muy señora, muy mamá y muy amante».
Quizás esa promiscuidad futura sea lo que ha parado su deseo de cambiar de sexo, teniendo en cuenta que es de suponer que eso no le gustase mucho a su marido Rubén.
Boris sin embargo no ha sido muy de modas en el tema de la depilación, por la que no ha apostado hasta hace dos meses, cuando un depilador vietnamita de Miami le convenció porque «tener pelo es europeo y no tenerlo es americano«. ¿Estará pensando hacer las américas e irse allí para siempre?
El que seguro que no se va es el juez Marlaska, sobre todo porque según le dijo a Pepa Bueno lo peor en su caso ha pasado, así como que sintió su condición sexual desde pequeño y que había intentado «reconducirla» para adaptarse a su entorno
Eso no quita, según dijo, para que lo pasara mal porque «cuando lo dije tendría 33 o 32 años… o sea, mayorcito, y he tenido que pagar peajes importantes, que dejan siempre una cicatriz». Él no piensa en eso del cambio de sexo, sobre todo pensando en la salud de su madre, que no sabe si eso terminaría con ella teniendo en cuenta que «mi condición de gay la llegó a aceptar pero decir entender me parecería excesivo, porque ella nunca me ha dicho que lo ha entendido o lo ha comprendido».
La espinita clavada que tiene Marlaska es la de no tener hijos con su actual marido Gorka, con el que se casó el mismo año en que se aprobó el matrimonio homosexual y que al parecer no es muy partidario de tener descendencia.
De momento dice no estar frustrado pero, conociendo cómo se las gasta su señoría, el tal Gorka no debería estar muy tranquilo, no vaya a ser que termine «empapelándole» por no darle el caprichito del niño. ¿O la pagaría con Boris si éste diera el paso ese que se plantea y ejerciera la prostitución en plena calle? Peores cosas se han visto ya.
La mosca